Page 34 - Padres de la Patria
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las armas en la mano! ¡Ya se gozan nuevamente con un placer feroz nuestros
opresores y ya nos amagan con nuevas cadenas! Los fuertes han acabado o
por los combates, o por las proscripciones. La nobleza encontrará en la riqueza y
honores la recompensa de su esclavitud prefiriendo la fortuna segura que le
ofrezca el antiguo gobierno restablecido al peligro de combatir por la suspirada
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libertad . Más consolémonos. Mesenia consiguió la suya después de
trescientos años, por la espada de Epaminondas, y el Alto y Bajo Perú, como el
feraz reino de Chile, alcanzarán su independencia en igual tiempo por un grande
general adornado de las calidades necesarias para imperar a la victoria. ¿Quién
puede reorganizar el ejército destrozado sino un jefe de una constitución robusta
y superior a toda fatiga, que reúna la pericia al valor y a la resolución de
emprenderlo todo el menosprecio natural de los placeres? ¿Quién sino un militar
que posea el arte de la guerra, que hermane el ardimiento y la prudencia, y tome
las medidas más justas para la ejecución de sus designios? Que cuando sea
necesaria la fuerza para el fin de sus empresas sepa emplearla siempre
conservándola y cuando las materias pidan tiempo oculte sus proyectos,
disimule, engañe el enemigo, inspirándole una seguridad ilusoria, y se
aproveche de sus descuidos e ignorancia para arruinarlo completamente
¿Dónde hallar un hombre que conciba y ejecute las más altas empresas
descendiendo igualmente a las últimas y prestándose a todas como si a cada
una dedicase todo su espíritu? Que una a la elocuencia popular, la insinuación,
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el gesto y la constante posesión de sí mismo; que sepa dirigir a los hombres,
porque sabe mandar sus pasiones; y que sea de un modo asombroso el jefe y el
amigo de los soldados y los pueblos. Me abstengo, señor excelentísimo, de
nombrar al que destinan los cielos para tan altos fines y sobre todo para la
libertad de mi patria. Ni a que nombrarle cuando ya está conocido en este
imperfecto bosquejo. Ya somos libres; únicamente adulan los esclavos y yo
hablo por un cuerpo de sabios, los últimos que doblan la cerviz, abatiéndose a
incensar al ídolo que erige el poder o la lisonja. Pero, a la manera que es
despreciable el panegirista de los tiranos, es injusto el que encargado de
ensalzar el mérito público silencia el digno elogio a que es acreedor el que se
arma por la justicia para defender la inocencia, amparar la debilidad y consolar la
desgracia; y que si se vale de los horrores de la guerra es para establecer la
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paz, apareciendo tan terrible en los combates, como humano en la victoria . V.
E., dotado de las calidades propias para formar los grandes hombres, era solo
capaz de resucitar al muerto ejército, de presentarlo en estado de hacer temblar
con doble motivo a los opresores y de destruir los delirios con que se prometían
perpetuar su dominación detestada constantemente por los pueblos.
Más tanta fatiga de espíritu y cuerpo, sin dar a la naturaleza el reposo que
demanda por necesidad y justicia, deteriora su salud y la humanidad se rinde, a
pesar de que V. E. se empeña en sostenerla; y retirado a restablecerse en
Córdoba, en el instante en que se repara débilmente es destinado al gobierno de
Cuyo, erigiéndose a sus instancias en intendencia, trabajando en ese punto
militar y políticamente como un gran capitán y un gran hombre de estado;
20 Cum ferocissimi per acies, aut proscriptione cecidissent: caeternobilium, quanto quis servitio
promptior, opibus et honoribus extollerentur, anovis ex rebus aucti, tuta et praesentia, quam
vétera et periculosa mallent (Tacit., Ann, lib. I).
21 Suplement. Plutarc, in vit. Jason.
22 Introducción al conocimiento del hombre.
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