Page 36 - Padres de la Patria
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acciones y venciendo riesgos a cada paso, penetra los Patos, Chupayas y
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Coimas , y presenta su fatigado ejército en Chacabuco. Marcó en la capital y
Maroto en el campo se enajenan por la sorpresa y son casi derrotados antes que
las tropas se batan en campaña. Los ejércitos de Darío contienden con los hijos
de la libertad, vigorizados por el jefe que sólo respira independencia. Las
primeras descargas de nuestros cañones anuncian nuestro triunfo y la espada
de V. E. con sólo su brillo ha asustado a los bravos en sus gabinetes, pero no
tanto en los campos de Marte. El terror se apodera de los enemigos al ver que
más arde en nuestras legiones el fuego de la libertad que el no interrumpido de
la espantosa artillería. La victoria es nuestra: los himnos de la libertad se
escuchan en nuestros reales; entran las armas de San Martín en Santiago de
Chile, la augusta bandera de la patria se tremola majestuosamente, abrigando a
sus hijos oprimidos y sucede a la congoja pública el júbilo de todas las clases y
condiciones del Estado, que en el éxtasis de su regocijo aún dudan lo que
sienten y perciben, y sólo se convierten al Dios de los ejércitos, en cuya mano
está la suerte de los pueblos, bendiciéndoles por haber armado de fortaleza al
héroe, que recordarán absortas las generaciones.
El último sucesor de Pizarro y sus próceres subalternos sobrecogidos del
espanto e incitados del enojo en sus complots de sangrienta venganza y de su
agonizante poder, meditan, combinan y resuelven la expedición contra Chile,
reconcentrando sus fuerzas y poniendo en actividad todos los resortes de su
débil política. Y después de los horrendos preparativos de muerte, obligando a la
ciudad a extenuarse sobre exánime, para que gozase el bien de remachar sus
grillos, vimos con dolor una ciudad marítima en nuestro puerto, y suspiramos por
la suerte de Chile y la nuestra. Jamás fueron ocupados nuestros mares de
armada más lúcida y numerosa. ¡Tantos navíos, tantos pertrechos, tantos
veteranos aguerridos, prometiéndose los laureles en el instante que se dejasen
ver en Talcahuano, todo anunciaba el triunfo del hijo de Pezuela, que ya se
gozaba de repetir la triste escena de Rancagua! Pero este desconsiderado
Héctor no iba á combatir con Patroclo, sino con el mismo Aquiles, cuyas armas
brillantes como el sol cuando sale del seno de las sondas harán temblar al hijo
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de Priamo y buscar su salud en la fuga . Esta consideración era nuestra única
esperanza, ahogados en el susto y la zozobra. Soldados que habían medido sus
fuerzas con la Francia, regimientos expertos, disciplinados con todo el rigor del
arte y estimulados por el botín van a chocar con reclutas que los más de ellos
por la primera vez se presentan al enemigo. Se avistan los ejércitos en Cancha
Rayada: los fuertes de la patria ansían por señalar su ardimiento y buscan sólo
la gloria en el triunfo o la muerte. Y si por un instante en este punto halaga a
Osorio la fortuna, es para inspirarle el insano proyecto de conducir sus tropas a
las riberas del Maipú. ¿Del Maipú? ¡Ah! ¡Los siglos acaso reproducen en el
mundo nuevo la campaña de Filipos y tiemblan combatientes y espectadores por
el éxito de la batalla! El corazón palpita queriendo salir de su seno y el espíritu
pierde su energía fijándose en estos instantes... ¡Día cinco de abril del año
décimo octavo, no estás escrito en piedra blanca ni en bronce sino esculpido en
el corazón de todo americano! ¡Que horror! ¡Que sangre! ¡Qué campaña! En
balanza están los destinos de los sacrificadores, de las víctimas y de toda la
29 Achiles.
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