Page 33 - Padres de la Patria
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compatriotas con el espíritu y se halla en cada instante presente a la sangrienta
                  lucha  de  la  razón  y  el  despotismo,  y  suspira  por  volar  a  asociarse  a  sus
                  hermanos, participando la gloria y los peligros o levantando el trono de la libertad
                  o decorando su sepulcro, no sobreviviendo a la muerte de la patria. Y superior a
                  los obstáculos físicos y morales de tal marcha, se dirige V. E. al país en que vio
                  su luz primera, tocando antes en la gran ciudad que baña el Támesis, émula de
                  la libertad romana, en donde se analizan en pleno día los derechos del hombre y
                  se calculan los intereses y  estados de la potencias de ambos mundos. Nada se
                  oculta a la perspicacia de su alma grande y enriquecido con ese caudal político
                  se  presenta  en  las  fértiles  márgenes  del  Plata  y  se  robustece  la  causa  de
                  nuestras suspirada independencia. ¡Cuánto vale un hombre de más, decía Luis
                  XIV, cuando el gran Vendoma puesto al frente de los ejércitos en la guerra de
                  sucesión por la corona de España, triunfando en Villaviciosa fijó el cetro en las
                  manos  de  Felipe  V!  Buenos  Aires  estaba  conmovida  pero  no  sistemada:
                  proclamada  su  libertad,  habían  despertado  las  virtudes  que  la  acompañan.
                  Todos los hombres se ofrecían gustosos al sacrificio en aras de la patria pero
                  necesitaban genios que organizasen las virtudes en desorden y que, reuniendo
                  la  calma  de  la  más  tranquila  filosofía  al  valor  más  probado  y  la  política  a  la
                  milicia,  condujesen  a  su  perfección  el  desprendimiento  de  las  Américas  y  su
                  metrópoli. La providencia les deparó en V. E. uno de los hombres propios para el
                  tiempo y circunstancias, que se dio a conocer en el instante mismo en que se
                  colocó  en  las  falanges  patrióticas.  Sí:  el  regimiento  de  Granaderos  a  caballo
                  levantado  por  V.  E.  asombró    a  los  primeros  militares  extranjeros,  que
                  conocieron en él la perfección de la disciplina y toda la brillantez militar, capaz
                  de competir con los fuertes que en el Cairo y Austerllitz hicieron temblar al África
                  y la Europa. ¿Pero qué  mucho, cuando los soldados son el cuerpo y V. E. el
                  espíritu que los anima? Y cuando en su primer ensayo en San Lorenzo, V. E. sin
                  esperar  la  infantería  al  frente  de  sólo  ciento  cincuenta  hombres  rechaza  a
                  quinientos,  impidiéndoles  el  desembarco  y  destruyéndolos  plenamente;  y,
                  aunque dislocado un brazo y herido en la cabeza, siempre con el sable en mano
                  manda y ejecuta, confundido con el último soldado, presentándose en todos los
                  puntos en que dominaba la muerte. Sereno en medio de los peligros, continúa
                  mandando la acción como el héroe de Thebas la de Leuctres, y olvidando de sí
                  mismo, la patria únicamente le ocupa, a ella ha sacrificado todos  sus instantes y
                  no  cree  satisfacer  plenamente  esta  deuda  mientras  le  resta  uno  que  deje  de
                  emplear por su salvación y su lustre. Triunfó V. E... más una bala de cañón mata
                  el caballo de  V. E. y precipitado de una altura, un soldado español va a ofrecer
                  en  V.  E.  a  su  opresora    monarquía  la  víctima  más  augusta.  Yo  salgo  de  mí
                  mismo,  temiendo  no  tanto  por  la  preciosa  vida  de    V.  E.  cuanto  por  la  más
                  preciosa de la patria. V. E. no morirá aunque salga de la vida, pero hoy su brazo
                  importa  el  de  la  patria.  Ya  el  asesino  descarga  el  golpe  pero  un  granadero
                  generoso, no queriendo sobrevivir a la muerte de su jefe, vuela en alas de su
                  amor, patriotismo y fidelidad, y matando al que se gloriaba ya en la muerte de V.
                  E., cubriéndose de gloria salva al apoyo de la patria.

                  ¡Más qué contraste! Cuando en San Lorenzo entonaba la patria los himnos más
                  fervorosos por los triunfos de V. E.,  en Vilcapugio vacilaba nuestra libertad con
                  la derrota de sus defensores y desalentado el ejército ¿quién podrá recoger sus
                  restos  y  reparar  sus  ruinas?  ¿Quién  dar  aliento  al  desaliento?  ¡Ya  parece  ha
                  muerto la esperanza y se ha sepultado con los campeones que perecieron con



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