Page 31 - Padres de la Patria
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disertadoras  cortes  tratan  de  remachar los  clavos  a  las  esposas  que  oprimían
                  nuestras manos y con palabras insignificantes, con discursos de pompa pueril y
                  con  insultos  ajenos  del  congreso,  rompen  el  mismo  lazo  con  que  trataban  de
                  oprimir a unos pueblos tan dignos de ser libres, y tan nobles  que se olvidaron de
                  sí mismos por sólo aliviar a  sus desconocidos opresores. ¡Ah! Nosotros no nos
                  hemos  desprendido  de  la  España:  la  España  se  ha  desprendido  de  nosotros;
                  verdad escrita en la política y legislación del gabinete peninsular y sostenida por
                  la  conducta  misma  de  los  soberanos  interinos  de  las  cortes,  que  trataron  de
                  regirnos  en  nuestra  juventud  como  en  nuestra  infancia  y  de  hacer  eterno  el
                  pupilaje de la América, cuando el tiempo, la ilustración y la lección misma de los
                  que  en  Cádiz  clamaban  tanto  por  la  independencia,  se  escuchó  en  este
                  hemisferio,  que  por  trescientos  años  gemía  bajo  el  arrendado  poder  de  los
                  mandatarios.

                  ¡Ingrata  madre!  Todos  hemos  arrastrado  tus  cadenas,  pero  la  necesidad,  la
                  impotencia y el honor nos han disculpado de esta bajeza. Los sacrificios no han
                  bastado  a  borrar  de  tu  servil  código  el  sello  de  la  esclavitud  con  que  habías
                  marcado a las Américas y en la agonía de tu poder conservabas la ferocidad y
                  dureza de tu carácter. Ni las lenguas de nuestros sabios ni la sangre de nuestros
                  capitanes en la defensa de tu libertad contra la Francia, fueron motivos para que
                  aflojases las cuerdas de nuestra triste opresión. Y. V. E. conducido siempre por
                  principios,  combate  bajo  los  primeros  generales  de  la  moribunda  España  y
                  merece  la  aprobación,  confianza  y  amistad  de  los  Solanas,  Romanas  y
                  Compignis  desempeñando  el  delicado  cargo  de  ayudante  de  campo  de  estos
                  tres  hombres,  restos  de  la  heroicidad  de  los  Vivares,  Córdobas  y  Toledos.  Y
                  sobre  los  obstáculos  que  la  política  ministerial  oponía  a  los  ascensos  de  los
                  nacidos  en esta parte del globo, es elevado a teniente coronel de granaderos de
                  caballería; y cuando Bailén recuerde esa campaña de gloria, ese esfuerzo de la
                  libertad contra la tiranía, recordará también el nombre de V. E. y se cubrirá de
                  luto  al  considerar  que  los  oprimidos  por  la  España  sacrificaron  su  valor  y  se
                  expusieron  a  ser  víctimas  por  sostener  el  decoro  y  dignidad  de  una  madre
                  desnaturalizada e inconsecuente, que miraba como deuda la generosidad de la
                  hija y que al paso que proclamaba su libertad, sostenía la esclavitud de los que
                  derramaban su  sangre por defenderla del yugo de la Francia. ¡Cuánto hizo V.E.!
                  Y  todo contra su corazón animado únicamente por el honor y las circunstancias
                  que le tenían constituido bajo las banderas de los  sucesores de Ataulfo. Jamás,
                  señor excelentísimo, se desprenda del pecho de V. E. esa medalla de premio
                  con que la nación distinguió a los fuertes de Bailén. Nada importa para la gloria
                  de  V.  E.,  cuyo  nombre  gravará  sobre  la  historia  a  la  par  de  los  primeros
                  capitanes; pero importa sobre manera para la justicia de nuestra causa, para la
                  dignidad  de  los  principios  de  V.  E.  y  para  la  confusión  de  una  metrópoli
                  desconocida a nuestros sacrificios.

                  Ya los pueblos del nuevo hemisferio han tocado la raya  del sufrimiento, ya han
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                  conocido  que  sólo  les  es  propia  la  miserable  gloria  del  obsequio   o  la  más
                  funesta de pasar de la clase de siervos oprimidos a opresores. Los extremos se
                  tocan en todo sistema y cuando se ajustan demasiado las cadenas se rompen
                  por  el  esfuerzo  mismo  de  apretarlas.  Sí,  ya  se  han  quebrado  por  los  mismos
                  tiranos y sus pedazos han resultado contra ellos y contra los infelices cautivos.

                  18  Nobis obsequii gloria  relicta est. Terentius apud Tacit. Annal, lib. VI.

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