Page 32 - Padres de la Patria
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Quito, Venezuela, Buenos Aires, Chile, Santa Fe y México han apellidado con
ecos uniformes y constantes o la libertad, o la muerte. ¡Libertad! ¡Independencia!
¡Insurrección! ¡Qué nombres! ¡Qué fuego eléctrico! ¡Que rayo ilustrador de
nuestros ocultos derechos! Todo es animado, todo aparece con nuevo ser y
energía. Las grandes ciudades y los humildes pagos se iluminan con la luz
celestial de la dignidad de hombres, hollada por tres siglos. Desaparece
momentáneamente la apatía de las pacíficas regiones y el genio de la guerra
enciende sus antorchas aciagas pero precursoras de nuestra independencia y
de la felicidad del mundo reciente, que ya desprecia la tutela del antiguo.
Sobrecogidos, aterrados y atónitos los podatarios de la tiranía y tiranos por sí
mismos, tiemblan y matan, suspiran y degüellan. ¡Ah! armados con irritación del
poder que se les escapa, inundan de sangre nuestros campos y llaman en su
defensa a los mismos a quienes desprecian y oprimen. Armaos, armaos nos
dicen, para permanecer nuestros esclavos: degollad á vuestros hijos y
hermanos; derramad vuestra sangre, sosteniendo nuestro despotismo y vuestra
nulidad. No penséis en ser hombres: tal dignidad sólo es dada a nosotros. La
religión y el honor os llaman a empresa tan heroica ¡Oh insulto! ¡Oh
degradación! ¡Miserables¡ La generación presente os abandona al odio y
desprecio de las futuras y nuestra noble venganza será que admiréis la
elevación de la América, que ya empieza a levantar majestuosamente su cabeza
entre las primeras naciones. Vedla crecer, lamentad su felicidad y confundíos.
¡Qué inútiles son vuestros conatos! Así como no hay esfuerzo para detener la
brillante y necesaria carrera del astro de las luces, tampoco los hay para
estorbar el curso majestuoso de la libertad, que en el instante que aparece, corre
con agigantados pasos a ocupar el sagrado solio de que le despojó la tiranía.
Asomó a manera de la aurora y en el instante su luz pura se difunde por todo el
vasto continente y en tropel confuso pero en deseos ordenados, pública o
secretamente todos los nuestros adoran a la precursora del día, colocándose a
la sombra de sus lábaros. Destrozo de fortunas, ruina de campos, muertes de
nuestros hermanos presentadas en mil formas crueles no enervan en lo menor el
amor a la libertad, lamentándose menos las ventajas de nuestros enemigos que
nuestros propios defectos en los primeros choques, tentándose siempre
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denodadamente las grandes y peligrosas empresas , ansiado por la gloria con
la vida o con la muerte. Y cuanto más se enturbian las cristalinas aguas de
nuestros ríos con la sangre preciosa de nuestros Gracos, en la contienda más
heroica de la gloria con la infamia: cuanto más se embriagan nuestros tiranos
bebiendo en su desesperación la sangre de nuestros héroes, tanto más
vigorosa aparece la libertad, tomando nuevas fuerzas en sus caídas, cual Anteo,
que surgía más robusto cuantas más veces era arrojado en tierra por el hijo de
Júpiter o cual el Fénix, que muere para recobrar una vida más perfecta, no
siendo sus cenizas patrimonio del sepulcro sino elementos de mejor existencia.
Pero ¡ah! La América bregando con sus tiranos y V. E. bajo el estandarte
ominoso de la tiranía ¿Marco Bruto dormirá, viendo la cautividad de su patria, sin
sacrificarle sus talentos y valor, y comunicar su espíritu libre aun a los que
permanezcan alertargados en la más larga servidumbre? Despréndete,
despréndete, ilustre Camilo de los lazos políticos que te unen a la Iberia y vuela
a arrojar de las capitales del nuevo mundo a los Brenos, que no nos conceden la
libertad con todo el oro y plata de México y el Perú. Más V. E. acompaña a sus
19 Pericl. Apud Thucydid. Lib I
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