Page 139 - Padres de la Patria
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Y como Hacienda sin economía nada valga, el ministro de ella, además de las
obligaciones comunes con las otras, deberá atender en su ramo de una manera
muy particular. Así, a él corresponde formar los planes generales y particulares,
los presupuestos de gastos y contribuciones ordinarias y extraordinarias; pues
que apoyado este género de intendencia en puro cálculo, no es otra cosa en
sustancia que la continua resolución de problemas que presentan las
necesidades públicas y la exigencia del pundonor nacional para satisfacerlas.
Por consiguiente, una Contaduría general donde se examinen y liquiden todas
las cuentas de las oficinas subalternas del Estado, y una tesorería general que
custodie el tesoro, deben establecerse en la capital de la República, con los jefes
y empleados necesarios, dependiendo todo lo demás de una ley reglamentaria
de hacienda, en que parece deberse consultar tres puntos capitales: primero,
exactitud e igual régimen en la economía interior; segundo, número muy preciso
de empleados con la competente dotación; y tercero, el orden de su escala, y
modo de formarlos, en términos que por una estimación gradual de
conocimientos y de mérito, llega el último oficial a ser con el tiempo el primer
jefe; porque introducir ciudadanos de extraño servicio en oficinas, donde se han
ocupado con provecho otros que a ella se dedicaron desde los primeros años,
además de alterar el orden de la justicia, es mantener en atraso este linaje de
tareas respecto de sus funcionarios, quienes trabajarían con aliento, si supiesen
que estaba bien seguro su ascenso y que algún día se les proporcionará en su
carrera, descanso y comodidad. ¿Por qué en la milicia y otras carreras se ha de
observar un progreso inviolable de escala y no en la de hacienda que es la que
da verdadera existencia y nervio a todas las demás instituciones? La Comisión
considera que admitiéndose en este importantísimo ejercicio jóvenes expeditos
para el cálculo y regularmente iniciados en las primeras nociones de economía
política, guardada rigurosamente la escala, en pocos años logrará el Perú una
hacienda pingüe y perfectamente administrada.
Por lo demás, contribuirán de resto a este objeto la abolición de los estancos, la
supresión de las aduanas interiores y el establecimiento de bancos de rescate.
Pues así gozará todo ciudadano de una perfecta libertad en el modo de hacer su
logro individual, de cuyo conjunto, es sabido, nace la fortuna pública; prosperará
el comercio y nuestros ricos minerales rendirán en diez años lo que no producían
antes en ciento. El éxito consiste en que las leyes reglamentarias sean muy
pocas; en que se dirijan más bien a remover obstáculos que a imponer
observancias odiosas y en que prácticamente vean los ciudadanos que el sudor
de su frente se convierte todo en propio beneficio y que si algo se destina a la
comunidad, en ello mismo, como individuos que la forman, llevan los
contribuyentes su provecho.
Por último, quedaría expuesta la hacienda a un trastorno inevitable, si la nación
no procurase pagar religiosamente la deuda que tuviere abierta, reconociéndola
de hecho según fuere liquidándose. Los Estados son como los particulares que
en razón de su honradez y buena fe disponen como propios de los caudales
ajenos, sobrándoles en sus necesidades personas que los socorren; mientras
que, por el contrario, no podrán contar con nadie, si faltando a las sagradas
obligaciones del honor y abusando de la confianza y generosidad, se detienen
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