Page 142 - Padres de la Patria
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derechos  y  de  las  obligaciones  civiles,  y  una  clases  extendida  de  ciudadanos
                  ilustrados en los misterios de la naturaleza, en el primor de las artes y la cultura
                  del buen gusto; segundo, concediendo premios a los que se distinguieron por su
                  aplicación  y  progresos,  que  sin  este  estímulo  los  primeros  talentos  suelen  no
                  exceder la mediocridad y mucho más cuando, por una fatalidad de la especie
                  humana,  hasta  la  energía  mental,  que  debiera  ser  independiente  de  agentes
                  exteriores  debidos  en  muchas  partes  a  la  casualidad,  está  al  nivel  de  las
                  recompensas.  Cuya  observación  induce  a  proponer  como  tercer  medio  la
                  creación de institutos científicos que gocen de dotaciones vitalicias competentes.
                  Pues si es cierto que la sabiduría es un ejercicio compatible, es un sentido, con
                  todas  las  demás  preocupaciones  de  la  vida,  también  es  verdad  que  para
                  obtenerla en toda la plenitud de su luz, deben congregarse a su culto hombres
                  enteramente desprendidos de la necesidad de atender a sus urgencias por otros
                  recursos. Y cuando nada de esto fuera: ¡qué de bienes no ha hecho la sabiduría
                  a  los  estados  para  que  ellos  reconozcan  sus  beneficios,  asignando  a  la
                  privilegiada clase de sus sacerdotes una renta decorosa, así como la obtienen
                  otros en profesiones acaso menos nobles!  El 4º medio es, el ejercicio libre de la
                  imprenta:  cuestión  que  ya  no  debe  examinarse  con  respecto  a  su  necesidad
                  absoluta, sino sobre si es o no conveniente al estado actual de las asociaciones
                  políticas.  Pues, o se considera la prensa como un derecho o como una garantía.
                  Si lo primero, todo ciudadano tiene facultad irrevocable de proponer mejoras, de
                  indicar reformas, en una palabra de promover la perfectibilidad de la instituciones
                  públicas.

                  El  ciudadano  es  un  hijo  de  familia  social  y  le  cumple  intervenir  en  los  actos
                  nacionales  por  todas  aquellas  vías  que  no  están  en  oposición  con  la
                  delegabilidad  del  poder  representativo,  que,  entre  otras,  es  el  libre  uso  de  la
                  prensa.    Más,  si  esta  es  una  garantía:  ¿cómo  declarar  imprescindibles  los
                  derechos  individuales,  no  concediendo  juntamente  el  medio  de  reclamarlos,  o
                  más  bien,  cómo  negar  la  única  salvaguardia  de  su  inviolabilidad,  cual  es  el
                  apelar  ante  la  opinión  pública,  bien  de  la  injusticias,  bien  de  los  errores  de
                  aquellos a quienes, por otra parte, ha investido la ley con el poder directivo de la
                  nación?  Pero  descendiendo  al verdadero  punto  de  la  cuestión:  ¿quién  negará
                  que  la  presente  posición  de  los  establecimientos  sociales  demanda
                  imperiosamente este libre uso, sin que sea bastante a combatirlo razón alguna?
                  La  civilización  ha  penetrado  en  todos  los  pueblos,  casi  todos  ellos  están
                  ocupados de la gran contienda de su soberanía, y no hay cuestión política que
                  no se refunda en la del contrato social.  ¿Cómo, pues, obtener la expansión de la
                  ideas liberales; cómo obstruir su canal ordinario, cual es el de hablar sin el freno
                  que  por  tantos  siglos  hizo  enmudecer  la  razón;  cómo  en  fin,  hacer  que
                  retrograde el orden constitucional, sofocando en la imprenta su natural vehículo?
                  Más,  esto  no  quiere  decir  que  tenga  una  libertad  sin  límites;  antes  bien  se
                  propone  la  necesidad  de  una  ley  reglamentaria,  la  que,  si de  una  parte  exige
                  claridad y precisión, pide por otra que los refractarios del recto uso de la prensa,
                  deban  ser castigados con el último  rigor, salvo,  desde  luego,  las formalidades
                  legales;  debiendo  depender  éstas  de  prácticas  fijas  y  de  la  dirección  y
                  conocimientos de jueces imparciales, acerca de lo cual deliberará el Consejo con
                  la circunspección que le caracteriza.





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