Page 132 - Padres de la Patria
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política en ciertos ejercicios, que si se confieren a alguno de aquellos poderes
                  bajo  nuestro  régimen  constitucional,  se  les  daría  una  preponderancia  poco
                  conforme con su misma armonía y con la libertad pública.  El tercer carácter de
                  esta corporación depende del merecimiento, virtudes y espíritu verdaderamente
                  patriótico de cada uno de sus miembros, quienes, si se conducen siempre con
                  dignidad, con sabiduría y con firmeza, se habrá atraído el Senado la veneración
                  pública  y  perpetuado  en  él  la  confianza  de  los  ciudadanos,  manteniendo
                  juntamente en su vigor las instituciones que conserva.

                  Consiguiente a estos principios, la Comisión ha organizado el Senado, confiando
                  la elección primaria de sus miembros a las provincias, respecto de que a ellas
                  interesa  nombrar  los  custodios  de  su  libertad;  correspondiendo  la  designación
                  por  cada  departamento  al  Congreso,  quien  podrá  salir  de  las  listas  que  se  le
                  presentasen.  De  manera  que  con  esta  precaución,  al  mismo  tiempo  de  ser
                  popular el nombramiento, es acertado e igualmente libre por la amplitud de la
                  base de elegibles sobre que se extiende.

                  El Senado se renueva por tercias partes, que así atesorará un fondo de riqueza
                  intelectual  y  experiencia,  que  sucesivamente  vaya  trasmitiéndose  por  los
                  órdenes  en  que  está  distribuido,  tanto,  que  siendo  nuevo  cada  seis  años,  se
                  reputará  en  sustancia  tan  antiguo,  como  si  permanecieran  en  ejercicio  los
                  primeros  fundadores.    Cuya  circunstancia  llena  perfectamente  la  perpetuidad
                  hereditaria de sus miembros, inadmisible desde luego en nuestro sistema, pero
                  indudablemente compatible con la dignidad senatorial. Por todo esto, la edad de
                  40  años,  la  propiedad,  las  luces,  los  servicios  distinguidos,  la  integridad  y  las
                  demás virtudes propiamente varoniles, constituirán al senador en tales términos,
                  que precisamente afirman la respetabilidad del cuerpo en sus mismos individuos,
                  bajo la omnipotencia de la opinión pública, que es la que soberanamente decide
                  de todo en los Estados libres.

                  Pero  recorramos  sus  principales  atribuciones.    Debe  estar  en  continua  vela
                  sobre la observancia de la Constitución y de las leyes, y con el ojo siempre fijo
                  en los ciudadanos, que así se evitará en tiempo el desorden en la administración
                  pública, y nunca se corromperá la moralidad civil.  Le toca igualmente elegir y
                  presentar al Poder Ejecutivo los funcionarios de la lista civil y eclesiástica para
                  que más desprendido el Gobierno de las afecciones que de ordinario inspira la
                  persona a quien le ha dado un empleo, pueda éste compelerle ejecutivamente al
                  lleno  de  sus  obligaciones,  y  para  que,  equilibraba  esta  parte  de  poder  que
                  regularmente  se  encomienda  la  Poder  Ejecutivo,  sea  pesado  el  mérito  de  los
                  ciudadanos por una corporación venerable, en que se supone estar de asiento el
                  consejo y la prudencia.  Consiguiéndose, así mismo, que las provincias tengan el
                  consuelo de influir casi inmediatamente en la elección de sus mandatarios y que
                  se  eviten  las  quejas  y  divisiones  que,  por  causa  de  los  empleos,  se  han
                  introducido en casi todas las secciones de América después de la revolución. Es
                  necesario que oportunamente se corten los resentimientos provinciales y que al
                  recibir  la  Constitución,  sepan  todos  que  todos  están  llamados  a  todos  los
                  destinos  de  la  República,  y  que  no  habrá  más  preferencia  que  la  que  den  al
                  mérito y la virtud.  Dándose, pues, los empleos por el Senado y turnándose los
                  senadores, ni el gobierno se hará odioso, ni la provincias tendrán que culpar a
                  otro que a su mala elección e inadvertencia.  Este es un punto tan  interesante,



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