Page 74 - Vida y Obra de Vizcardo Guzman - Vol-1
P. 74
Volumen 1
Prólogo a la primera edición
y el anhelo de Viscardo en el segundo semestre de 1781 amaga ya Lima con
sus huestes victoriosas— y por eso es preciso que Inglaterra intervenga para
decidir el éxito de la rebelión. «Los vejámenes inferidos a estos pueblos, dice,
no han hecho sino acelerar una revolución que indudablemente hubiera acae-
cido inmediatamente después que por cualquier motivo se hubiera perdido
el equilibrio entre las diversas razas que componen la población del Perú...».
Resume luego los agravios que los criollos sufren del sistema colonial y de los
europeos. Pero «todas las otras clases mixtas, —añade— se acordaban perfec-
tamente y hasta superaban a los criollos en esta antipatía contra los españoles
europeos». Y luego de especificar las razones del rechazo por parte de cada
grupo, declara a su corresponsal: «No quisiera que V. S. se figurase que estas
clases actúan separadamente, antes bien que se imaginase conmigo que tales
clases forman un todo político en el cual los criollos, por las razones arriba
expresadas, ocupan el primer lugar, las razas mestizas el segundo y el último
las indias».
Ante el acontecimiento que decide sus inquietudes revolucionarias,
Viscardo postula la integración desde su propia realidad y condición de crio-
llo. Pero de un criollo que tenía una visión amplia y completa del Perú, qué
había crecido entre parientes indígenas y mestizos; había aprendido «medio-
cramente» dice él, la lengua peruana, el quechua, y la había aprendido en el
Cuzco, que es, según su propia fórmula de peruanismo, «el único lugar en que
se puede adquirir una verdadera idea del Perú». Proyectaba sin duda su ex-
periencia personal, su infancia en Pampacolca, su adolescencia en el Cuzco, y
edulcoraba por la distancia y por la nostalgia del prolongado exilio esta estam-
pa que podría ser el ápice de la leyenda rosa de los criollos en las postrimerías
virreinales.
Pero lo que importa es destacar las afinidades de la actitud ante la mis-
ma realidad hispanoamericana. Un cacique mestizo como Condorcanqui, de
la estirpe de Huayna Cápac, y un criollo como Viscardo, postulaban por ca-
minos confluyentes una búsqueda del propio ser nacional, la conciliación y la
armonía de las diversas comunidades. Y hasta se podría aceptar que también
propicia esa integración, por vías muy distintas sin duda, un peninsular peru-
lero, un funcionario culto como Alonso Carrió de la Vandera, el autor de El
Lazarillo de ciegos caminantes, quien en su última obra La Reforma del Perú de
1782, estudiada por Macera, propone también una reestructuración del país y,
desde su perspectiva de colonialista prudente y alerta ante la crisis, plantea las
73