Page 142 - Vida y Obra de Toribio Rodriguez de Mendoza - Vol-1
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Volumen  1
                                                   Debate sobre la devoción del Corazón María Santísima
            hubiera dicho: el hombre que tenga una pierna mas larga que otra andara co-
            jeando, hubiera hablado de todos los cojos pretéritos, presentes y futuros hasta
            la consumación de los siglos. La máxima de S. Agustín, miéntras mas tiempo
            hubiese corrido y corra, cada día tendrá mas fuerza.
                    Sigue otra reflexión original y muy propia del devoto. Temí que la efer-
            vescencia de algún otro místico, idease nuevas devociones, descuartizando el
            santo cuerpo de la madre de Dios. ¿Cómo puede ser, exclama el sencillo devo-
            to, quando la Virgen subió á los cielos en cuerpo y alma? Diciendo Jesucristo
            que ninguno entrará al reyno de los cielos, si no volviese á nacer: un judio ma-
            terial creyendo que era necesario volver á entrar al vientre de su madre, se es-
            candalizó en gran manera, y el Salvador le repuso: tu eres maestro en Israel, ¿e
            ignoras estas cosas? Un escritor no solo lego, sino también layco, (hagámosle
            el honor de creerle, y dígasele lo que un confesor á su penitente: majadero no
            se acuse, que bien se le luce) no es mucho entienda mis expresiones con tanta
            grosería: yo hablo de las divisiones imaginario-místicas. Pero por hacerle otro
            honor, dígasele: tu magister in Israel, et haec ignoras?
                    Mis pecados y mi ignorancia me ponen muy distante de santidad y
            sabiduría de S. Bernardo, ni puedo comparar su tierna y fervorosa devocion
            á la santa Virgen con la mia débil y fria; pero tengo la gloria y satisfacción
            de haber pensado del mismo modo que este santo padre en un caso idénti-
            co. Ya en el oriente se habia establecido la festividad de la Concepción de la
            Virgen: S. Anselmo la habia introducido en Inglaterra, de allá habia pasado á
            la Normandía, de allí se resbaló á la iglesia de León de Francia. S. Bernardo
            que habia guardado silencio hasta entonces, no pudo ménos que levantar el
            grito de su zelo, y tratar de supersticiosa la festividad, la que desconoce el rito
            eclesiástico, que la razón no aprueba, ni la tradición antigua la recomienda.
            Unde, dice hablando á los canónigos lugdunenses, miramur satis, quod visura
            fuerit hoc tempore quibusdam vestrum voluisse mutare colorem optimum, no-
            vam inducendo celebritatem, quam ritus ecclesiasticus nescit, non probat ratio,
            non commendat antigua traditio. Pero si quisieron introducir esta festividad,
            debían ántes consultar á la santa sede, y no seguir precipitadamente la sim-
            plicidad de los imperitos. Yo bien sabia, dice, y habia descubierto este error
            en algunos; pero disimulaba contemplando nacia de rusticidad de corazon,
            y del amor de la Virgen. Mas advertida esta superstición entre sabios, y en
            una famosa y noble iglesia, cuyo hijo soy, no puedo continuar disimulando,
            sin ofensa aun de vosotros mismos. Lo que dixere sea sin perjuicio del que



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