Page 72 - La Rebelión de Huánuco. Vol 1
P. 72

Volumen 1
                                                                    Prólogo a la primera edición
            de 1812, ante el Subdelegado de Pasco, D. José María de Ulloa, en plena etapa
            de la efervescencia revolucionaria huanuqueña.
                    Radica el interés de este expediente en el hecho de que los tres encau-
            sados eran originarios del convulsionado Virreinato de Santa Fe y sirve de ín-
            dice para inducir las posibles conexiones de los insurgentes con ese otro foco
            de rebeldía americano. El proceso gira en torno de más décimas llamadas de
            la Concordia y se relaciona íntimamente con los autos de la insurrección de
            Huánuco. (Cf. Doc. XII). Del cotejo de las confesiones de los reos queda com-
            probado que constituían, junto con el fugitivo mercedario Aspiazu, un peque-
            ño núcleo de difusión de ideas subversivas «contra el Estado y el Gobierno».
                    D. Mariano Cárdenas, natural de Cuenca, al igual que sus padres, D.
            Ignacio Cárdenas y Doña Victoria Valdivieso radicados en esa ciudad, ejercía
            el comercio y tenía tienda abierta en el Cerro. En lo atañedero a las décimas,
            calificadas de subversivas y denunciadas por un anónimo Padre Misionero,
            alega en su descargo que él y Rivera se limitaron a beber chicha en un festejo y
            a cantar, acompañados de guitarra, los versos del tenor siguiente: «El chapetón
            y el criollo / se unieron en amistad / con la misma intimidad / que un gavilán
            con un pollo». Conviene advertir que esta cuarteta, que ya figura en el proce-
            so de la insurrección de Huánuco, no integra las Décimas que se insertan en
            estos autos, de fs. 16 a 21.
                    Las declaraciones de Cárdenas son intencionalmente ambiguas por-
            que indica primero que su amistad con el P. Aspiazu databa de ocho años
            atrás, pero que sólo hacía uno que habían intimado y frecuentaba su tienda; y
            posteriormente confiesa que, a través de un hermano suyo radicado en Cuen-
            ca, había servido de intermediario, unos siete u ocho años antes, para la co-
            rrespondencia que mantenía Aspiazu con elementos quiteños cuyos nombres
            no menciona. Con la misma imprecisión, afirma que las Décimas se las dio su
            autor, el P. Aspiazu, en el Cerro, y luego incontinenti expresa que se las mandó
            desde Ulumayo para que las cantara e hiciera circular, encargo que, según él,
            no cumplió.
                    El otro encausado D. Manuel Rivera, alias Guañari, de oficio platero
            y natural de Quito como sus progenitores D. Vicente Rivera y Doña Rosalía
            Ortega, y asimismo muy allegado al P. Aspiazu, relata que Cárdenas había
            retornado hacía poco de un viaje a Lima, era aficionado a cantar «guaraguas»
            de esa Capital y le aseguró que las Décimas venían de Lima. No empece, acla-
            ra que se enteró después que esos versos eran obra del P. Aspiazu quien se



                                                71
   67   68   69   70   71   72   73   74   75   76   77