Page 67 - La Rebelión de Huánuco. Vol 1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Huánuco de 1812
            que exterminaran a los chapetones y les recomendaba las tácticas apropiadas,
            tales como el ataque desde los cerros con galgas; y los invitaba a la obediencia
            y hermandad con los insurgentes huanuqueños.
                    Las comunicaciones entre los Partidos de Huánuco y Huamalíes, cons-
            tantes por razones comerciales, se acrecentaron en los días de la rebelión por la
            correspondencia continua de los mandones y el incentivo de la participación
            en los saqueos. Los principales jefes de la insurrección de Huamalíes estaban
            en conexión con Crespo y Castillo, en particular Norberto Aro o Tupaamaru,
            Tomás Nalvarte, José Ayala y el cura de la Doctrina de Jesús, D. Manuel He-
            rrera. Los viajes a Huánuco de vecinos e indios de Huamalíes, fueron, como
            hemos indicado, la mejor vía de contagio revolucionario. Francisco Nolverto,
            del pueblo de Marías, al ir a la ciudad de Huánuco a comprar cera, tomó parte
            en los saqueos, al igual que varios indios vendedores de queros; y al retornar
            trajeron la noticia de que Crespo y Castillo había asumido el Generalato de la
            sublevación y les había ordenado que fueran en su auxilio.
                    Es interesante destacar, como tónica del ambiente general, que los de
            Huamalíes designaron «embajadores» ante Crespo y Castillo y con tal inves-
            tidura viajaron a Huánuco, entre otros Francisco Aro y José Tolentino, los
            cuales al regresar relataron el recibimiento del caudillo, rodeado de indios Pa-
            natahuas, su elogio a la fidelidad del pueblo de Marías y sus declaraciones a los
            enviados, entre ellas que ya no había más Rey que Castelli.
                    Se percibe del examen de los actuados la insurgencia general de todo
            el Partido de Huamalíes, la liga de los pueblos, en particular los de Obas arri-
            ba, y la participación no sólo de las doctrinas de Baños, Jesús, Pachas, Llacta,
            Singa, Chavín de Pariarca, Huacrachuco y Huacaybamba, sino también de los
            anexos, en especial los más exaltados de Marías, Chuquis, Margos, Chupán,
            Rondos, Yacos, Ovas, Chavinillo, Aguamiro, Jicán y Sillapata. No estuvieron
            tampoco al margen de la agitación las haciendas ganaderas, las estancias de los
            páramos y los obrajes de ropa de la tierra, uno de los principales comercios del
            Partido, junto con el de la coca y cascarilla.
                    No menos sugestivo es el ambiente bélico de los pueblos indios. Se
            tocan campanas para convocar a las huestes indias y desfilan los pueblos con
            sus capitanes. José Briceño de Chupán, Romualdo Inga y tantos otros, con
            sus armamentos típicos, hondas o «riquis», llevando sus banderas coloradas y
            atambores; y se resguardan en las ásperas alturas de las quebradas o se embos-
            can en los pasos más peligrosos de los caminos. Fue tan violento el carácter



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