Page 61 - La Rebelión de Huánuco. Vol 1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Huánuco de 1812
Fr. Ignacio Villavicencio, cuzqueño y maestro de novicios, era hombre
de cultura y muy informado de los sucesos de Buenos Aires y del Alto Perú.
Aficionado a la poesía, como todo ese grupo de religiosos, colaboró con Du-
rán Martel en la redacción de pasquines y parece que fue autor de las décimas
copiadas en la celda de ese fraile agustino y de las cuales figuran en los autos
los siguientes fragmentos: «Nunca decirse se oyó; / el Rey a su trato faltase /
porque nadie criticase / pero en fin ya sonó». Intervino también en las déci-
mas escritas en quechua sobre la extinción de los tabacales y cita de memoria
la cuarteta: «Pillcumasicuna, / la Patria en unión, / quispichinacuson / de la
chapitón».
Confiesa que fue autor de oficios contra «los chapetones opresores y
tiranos», agregando que así los llamaban los indios. Sus vinculaciones con la
insurgente Buenos Aires se comprueban en los autos, a pesar de sus exculpa-
ciones. Como buen conocedor de la teoría político-jurídica de la Monarquía
española y de los acaecimientos de la Metrópoli, declara que la revolución
contrariaba la Soberanía y la Ley, desobedeciendo al Consejo de Regencia que
mandaba a nombre de Fernando VII, y protesta no estar de acuerdo con la
oposición entre criollos y chapetones porque debe haber «unión de dominios»
y esa distinción es un ardid de que se han valido los emisarios de Napoleón.
Insiste en que la insurrección no ha sido contra el Estado ni la Monarquía,
sino contra los chapetones que tiranizaban y robaban a los indios; y cuando
se le pregunta si la sublevación fue un pretexto, contesta ambiguamente que
escuchó a los indios vivar al Rey «en el acto que quebrantaban sus derechos».
Consta, empero, que hubo expediente reservado sobre la materia y que expre-
só pareceres muy contrarios, como aquel de que en tres siglos la Metrópoli no
escuchó a las Américas y les dio trato de colonias, sin otorgarles la igualdad
que reclamaban. De gran importancia es el planteamiento de su defensa. Sos-
tiene que fue inducido por Durán Martel y por los Diarios de las Cortes en
los cuales figuraban los discursos de los Diputados americanos, Feliú, Mora-
les Duarez y Mexía, que las mismas Cortes extraordinarias reconocían que la
América estaba relegada e invoca la libertad con que se expresaba el periódico
limeño «El Peruano», amparado por la Ley de libertad de imprenta. Inte-
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resante es recordar que Durán Martel, en su representación al Rey dirigida
desde Ceuta, presenta esos mismos argumentos, compartidos por todo ese
grupo de religiosos de Huánuco y alegados con reiteración en los procesos de
la rebelión.
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