Page 57 - La Rebelión de Huánuco. Vol 1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Huánuco de 1812
            capaces de discernimiento», interrogación que conlleva reminiscencias de las
            polémicas surgidas a los inicios de la Conquista.
                    Los rebeldes huanuqueños respiran por su parte igual rencor contra
            los «europeos» y la autoridad de González de Prada se desconoce totalmente.
            De las prolijas especificaciones de las pruebas se allegan nuevos datos sobre
            esa rivalidad de larga y latente maduración. Los testigos, en forma sistemática,
            afirman que todo Huánuco aborrecía a los chapetones porque monopolizaban
            los cargos y centralizaban el giro comercial.
                    El expediente ofrece interesante caudal informativo sobre los dos cau-
            dillos principales de la insurrección de Huánuco. Por lo que respecta a la per-
            sonalidad de Crespo y Castillo, no existe tampoco correspondencia entre el
            testimonio que comporta este documento y los argumentos ya mencionados
            que esgrime el jefe rebelde en su confesión y defensa. Los diversos deponen-
            tes afirman que cada vez que llegaban pliegos y proclamas de González de
            Prada, Crespo y Castillo convocaba a los pueblos y los arengaba en lengua
            índica, sosteniendo que ya no había Rey ni autoridades y reiteraba que él asu-
            mía el mando de las siete provincias de la Intendencia. Prevenía que mientras
            él viviese no volverían los europeos que sólo querían acabar con los criollos,
            instaba a la indiana a resistir con balas y pólvora y ofrecía mantenerlos con
            su ganado vacuno. Se relata su fuga en una mula, con un cuchillo, espadín al
            cinto y una escopeta descompuesta, rumbo a las montañas. En su recorrido
            por Quera o Pachacoto, Pumacucho, Pachabamba, los indios lo ayudaban a
            remudar mulas y él los alentaba diciéndoles que iba a esconderse y a encontrar
            a Castelli; y cuando se vio perdido, en el lugar de Secina de las montañas de
            Zapán, donde lo aprehendió Martín Yabar, le pidió a los indios que lo degolla-
            sen e intentó el mismo poner fin a sus días.
                    Su participación en los combates de Ambo se confirma por muchos
            testimonios, al igual que su vinculación con Fr. Marcos Durán Martel. Tenía
            con él frecuentes entrevistas en su casa y en una de ellas le prestó su ejemplar
            de la «Curia Filípica» de Hevia y Bolaños. Sus cartas a los pueblos y otros
            documentos comprometedores se hallaron al hacerse el inventario de sus
            petacas. Si bien son las circunstancias las que decidieron su destino y no su
            propia actitud vital, los testimonios ofrecen pocas dudas acerca de su acción
            militante en la rebelión y de su enconada posición incriminatoria contra los
            «españoles europeos». Su propia confesión revela sutiles matices que no con-
            cuasan con su declaración de incapacidad mental. Al ser interrogado acerca



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