Page 56 - La Rebelión de Huánuco. Vol 1
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Volumen 1
                                                                    Prólogo a la primera edición
            grupos con sus capitanes, muchos de ellos mestizos, y enarbolando banderas
            rojas y blancas. Se mencionan las entradas, en días consecutivos, de los indios
            de Santa María del Valle, Malconga, y los de Acomayo, Pillao, Panao y Chin-
            chao, contiguos a los infieles Panatahuas; Pachabamba, Pumacucho, Llacón y
            Churubamba; Rondos, Chusquis, Marías, Chupán, otros de sus inmediacio-
            nes y hasta de las quebradas de Chaupihuaranga.
                    Esas masas coaligadas de indios y mestizos encauzan sus ataques con-
            tra los «chapetones europeos» a los cuales les dan plazo para abandonar la
            ciudad, advierten que la revolución no es contra los americanos y les dan vivas
            por las calles de Huánuco. Los preparativos bélicos se hacen ostensibles en los
            pueblos, se funden cañones y piezas de artillería, y los indios fabrican hondas
            y piden «volcanes de fuego» «para matar europeos». La insurgencia de los
            pueblos indios fue general, abarcando «más de 80 de todas las doctrinas de los
            Partidos de Huánuco, Panataguas y Huamalíes y aún de la propia capital de la
            Intendencia».
                    Las averiguaciones acerca del abandono de la ciudad revelan que no se
            pudo defender el puente de Huayaupampa ni impedir la derrota de los cerre-
            ños en el primer combate de Ambo, por la falta de armamento, la belicosidad
            de los indios y la fuga de las autoridades y europeos. Se verifica, una vez más,
            la unión masiva de los vecinos criollos y mestizos, voluntariamente o por te-
            mor, con la indiada invasora; y, los encuentros bélicos se califican de «bata-
            llas» por los propios actores de la insurrección.
                    En los relatos de los saqueos de la ciudad y haciendas huanuqueñas se
            proyecta nuevamente la visión de un abigarrado conjunto, no sólo de indios,
            sino de mestizos, diversas castas, y aún criollos de la plebe, con una cierta
            organización inicial y jefes sindicados; y es interesante destacar que los indios
            alegaban, como justificación de sus latrocinios, el título de la «compensación».
            Esas descripciones de la invasión y los asaltos sin permitir ni el refugio de las
            mujeres «para que las matasen los indios», se caracterizan tambien en este
            testimonio por el más patético realismo y definen los rasgos sociológicos de
            la plebe ávida e incontrolable. Justamente esa tipicidad de delito colectivo, de
            imposible individualización de los responsables, obligó al Intendente a formar
            procesos apartes de los saqueos, con separación de los reos indios cuyos actos
            vandálicos y docilidad a las perversas sugestiones, inducen a plantear en este
            proceso al P. Villavicencio la curiosa pregunta de si cree que los indios «son





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