Page 508 - La Rebelión de Huánuco. Vol 1
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Volumen  1
                                            Sobre los cómplices de los insurgentes en la montaña de Chinchao
            que me amenasava, pero es presiso para calificar los mios estar en la amarga
            cituación en que me vi cercado de enemigos por todas partes, amenasado con
            la muerte por los insurgentes por no haver seguido su Partido, esperando por
            momentos la llegada de estos barbaros, deseando salvar las vidas de Don José
            Gonzales, y Don Felis Ramires, savia governava los Yndios Don José Casti-
            llo hombre de poco talento, y a quien podia engañar ¿Y no fue un recurso
            acertado la carta que aparece en el proceso, para salvar mi vida, la de Don
            José Gonzales, y Don Felis Ramires, y impedir no viviesen a la montaña los
            insurgentes? Fuelo sin duda, y no podia hallarse otro en el conflicto, ó quando
            menos no lo encontré. El hombre no esta obligado a imbentar en la angustia
            el modo de evitar el riesgo que imbentaria en la tranquilidad, y no debe sufrir
            por que no se propuso lo mejor. La razon se turba, y en su desconcierto no ve
            lo que en la seridad. Yo no se aun lo que debi haver echo en aquellas sircuns-
            tancias, pero si conosco que de poco huviera aprovechado a la causa comun
            haber yo perdido mi vida, y echo perder la de Don José Gonzales y Don Felis
            Ramires, negandome abiertamente a las intenciones de los insurgentes. Estas
            vidas eran las que me propuse salvar, y para ello engañé a Don José Castillo
            con la carta. A la simple vista de ella se conoce el objeto con que fue escrita:
            Este fue hacerle descansar en mi, y que no tomase parte otro providencias
            contra los que estavamos en la Montaña, y para esto le pido ser su Teniente.
            Si mi objeto huviera sido lograr este ó algun otro infame empleo en la rebolu-
            cion, huvieralo solicitado en la ciudad del mismo Castillo para quien no me
            huvieran faltado relaciones, y no por una simple carta desde la Montaña, a
            donde fui profugo, sin haverlo hablado a mi partida, y lo que es mas ocultan-
            dome de él por no haver servido a los insurgentes a quienes el Capitaneaba. Si
            le digo que perseguire a los Europeos que se hallan alli, fué por que no man-
            dase otro mal intencionado a persequirlos. Bien savia yo que no havia otro que
            Don José Gonzales, y vease en la misma carta el modo en que lo disculpo, lo
            mismo que a Don Felis Ramires a quien suponia yo se tratava de persequir. Si
            este no fue el mejor modo que pude imbentar para consultar mi seguridad, y
            la de los demas, juzquen qual seria quienes puestos en el conflicto en que me
            hallava saven quanto es capaz de temer el hombre, y cuales son los aciertos de
            un corazón sobresaltado. Vuestra Señoría es un Magistrado tan savio como
            prudente, y no ignora que en la angustia nada nos parece acertado mas que
            aquello que consulta nuestra seguridad personal. Esta fue la que tuve presente





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