Page 507 - La Rebelión de Huánuco. Vol 1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Huánuco de 1812
patriotismo que no puede demostrar de otro modo en una ciudad imbadida,
y cercado de enemigos.
El hombre Señor Governador Yntendente no pasa en un momento de
una conducta honrrada a lo sano del crimen. Las acciones humanas tienen sus
grados en el corazón del hombre, y a pesar de los desvarios de que es capaz
la fragil naturaleza, nunca se vé que el hombre llegue al colmo del delito, sino
por una graduacion que observa cierto orden en el desorden mismo. Yo Se-
ñor que el dia que me retiré a la Montaña era a toda luz un hombre honrrado
aparesco repentinamente a los ojos de Nuestro Señor como un criminal de
primera orden. Examinemos este fantasma de delito, y lo veremos destruido
con la luz de la berdad demonstrada con documentos irrefragables.
No esta va tan tranquila la Montaña como yo la crey en el dia de mi
fuga a ella. En el camino encontré mucha gente que con noticia del saqueo
de Huanuco se dirijia a la Ciudad con el objeto de adquirir por el robo ¿Mas
adonde fugar para huir de sus iras? no havia parte alguna. La ciudad y ca-
minos ocupados, no podia intentar la huida sin caer en manos de los insur-
gentes. Estos a su regreso de Ambo viendo havia yo desamparado la guardia
del puente de Tingo ofrecieron publicamente me perseguirian en la Montaña
junto con Don José Gonzales Europeo, y Don Felis Ramirez a quien creian tal,
asi escrivieron los Yndios de Acomayo al Alcalde Condeso que Panao, Pillao
y Acomayo vendrian en busca de todos los Europeos señalando el dia que
havian de llegar. En este conflicto, despues de havernos reunido con Don Felis
Ramires acordamos para salvar nuestras vidas esperarlos en la Hacienda de
Malqui con carne y otros agasajos, y lograr de este modo engañarlos y entrete-
nerlos hasta que llegue el auxilio que se esperava con Vuestra Señoría. En estas
circunstancias se fraguo por mi la carta escrita a Don Juan José del Castillo,
que aunque trae conmigo la apariencia de un gran crimen, fue la obra de un
corazón sano, pero ocupado del miedo por las amenasas que nos hacian los
Yndios, y que logro engañar a Castillo unico objeto que me propuso en ella.
El hombre ama su vida, su familia y sus intereses, y no siempre le ha
dado la providencia el valor, y prudencia con que se niegue asi mismo, y mas
quando esta negacion nada sirve para la causa comun. Es facil desde la orilla
segura dirigir los movimientos que debe tener una nave ajitada por un uracan,
y es sumamente dificil sino imposible aun al mas experto Piloto reglarlos en la
angustia. Facil es desde una Ciudad guarnecida por un respetable exercito di-
rijir los pasos que yo debi haver dado en la Montaña para evadirme del riesgo
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