Page 504 - La Rebelión de Huánuco. Vol 1
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Volumen  1
                                            Sobre los cómplices de los insurgentes en la montaña de Chinchao
            Mojado por el aguacero de toda la noche me encamine a mi casa a mudar ropa.
            Desde ella vi salir de fuga a Don Nicolás Berrotarán, Don Francisco Yngunza,
            Don Ygnacio Prado, y otros varios Europeos de representacion en la Ciudad,
            y ultimamente al Subdelegado del Partido Coronel de Caballeria, y los demas
            vecinos Europeos y Criollos de viso. Estos dijeron iban a traer aucilios para
            oponerse al enemigo con lo que se aquietó mi sobresaltado corazón, y mu-
            cho mas quando se me aseguró que los Yndios se sosegavan llamando a Don
            Domingo Berrospi. Al pasar este para el lugar en donde aquellos se hallavan,
            me ordenó mandase yo quitar todas las banderas de las puertas donde havia
            licores, y que intimase a los bendedore no se bendiese a los Yndios licor algu-
            no bajo ningun pretesto. Asi lo hice, y esta medida de precaucion la mejor que
            podia tomarse en las circunstancias, me puso a riesgo de perder la vida, pues
            los Yndios savedores de haver sido yo quien la ejecutó, se dirijieron contra mi
            con las mas terribles amenazas que huvieran llevado a su colmo si no tomo la
            precaución de esconderme en casa de los Señores Berrospis, donde se refugia-
            ron tambien las familias de Don José Baldizan, de Don Juan de Echevarria, de
            Don Manuel Alcaras, de Don Francisco Aranda, de Don Alfonso Mejorada,
            y Don Santos del Barrio. Todas estas familias, Don Manuel Talancha, y Don
            Pedro Rodrigues podrán decir qual fue mi conducta en aquellos momentos en
            que temiamos todos ser victimas del furor de los Yndios.
                    Viendo que la casa en que nos refugiamos era de algun respeto para los
            Yndios, conduje a ella mi familia en donde permaneció con las demas la noche
            del Domingo 23, llena de sustos. El 24 empesaron a venir los Yndios á pedir a
            los Señores Berrospi papeles de resguardo para bolverse a sus Pueblos y eva-
            cuar la Ciudad. Pensando ser esta vez una medida para aquietarlos mientras
            llegase el socorro que aseguraran los Gefes iban a traer, me interesé se les die-
            sen dichos resguardos, como en efecto se les dieron poniendolos de mi puño,
            sin expresar cosa alguna que pudiese causarnos responsavilidad, y si llenos de
            voces, todo con el intento que se retirasen. En efecto emprendieron la retira-
            da conducidos por Don Domingo Berrospi; mas José Contreras los bolvió a
            traer, y les hizo renovar el saqueo mas horroroso. Este cholo el mas encarni-
            zado contra todos los blancos no pudo ser contenido por respeto ni razon, y
            tratando yo de aquietarlo con buenas palabras desde la casa de Berrospi, me
            increpó muchas veces, y me ofrecio traspasarme con una espada llamandome
            traidor. Viendo que el fuego crecia, y que los Yndios Capitaneados por Con-
            treras ofrecian a gritos acavar con la Ciudad, determine mi fuga de ella, como



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