Page 503 - La Rebelión de Huánuco. Vol 1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Huánuco de 1812
destruida en el Oficio de Vuestra Señoría con echos verdaderos, y destruir las
sombras que la han obscurecido para Vuestra Señoría y el Público, desgracia-
da condicion del hombre que nesecitando acciones propias aplaudidas por
todos para ser tenido por hombre de bien, es condenado a la infamia por ser
solo descuido que no pudo evitar por hombre, y a quien dió un color horro-
roso la maledicencia. Vuestra Señoría es un Juez Justo, y oyendome conocera
si yo soy aquel a quien tan criminal han pintado a sus ojos las atestaciones de
unos hombres que no mereciendo para si la buena opinión publica, no pueden
ser los instrumentos con que se destruya la agena. Para calificar la mia es pre-
siso hacer a Vuestra Señoría una relacion de mi coducta desde el momento de
la irrupcion que hicieron en esta Ciudad los Yndios de Panatahuas, y de este
Partido.
Desde que se ordeno por mi Coronel saliesen de ronda las Patrullas
de Caballeria para contener el desorden que se tenia con fundamento, tome
el mas vivo interes por la tranquilidad, y seguridad pública y obedeciendo las
veces que se me señaló para comandarla, hice toda diligencia para sostenerla
como puede testificarlo la misma tropa, y haviendo hallado un Pasquin se-
dicioso, lo presente a mi Coronel y exprese mi indignacion en su presencia,
contra sus autores D. José María Templo, Don José Barzero y Don Estevan Pla-
cencia oyeron mis sentimientos en esta ocacion, y no fueron ellos ciertamente
los frios relatos de el echo que hace un sedicioso, si el acalorado patriotismo
de un Español honrado.
Animado del mismo a la primera voz dejé mi cama el sabado 22 de
Febrero a las 121/2 de la noche con la noticia de llegada de los Yndios al Puen-
te de Guayaupampa. Llegué a la Plaza Mayor y hallando en ella a mi Coronel
Don Pedro Antonio de Echegoyen con otras personas, ofreci a mi Jefe mi per-
sona para el destino que hallase combeniente exponiendole no tenia mas ar-
mas que mi espadin regrese a mi casa, y encillando precipitadamente un bestia
me encamine al Puente en compañia de Don Mariano Truxillo y de su yerno
al atravesar la calle me vieron pasar acia el puente Don Diego Adalid, y Don
Francisco Arteta que se hallavan montados en la esquina de la Administración
de Rentas. Como no tenía armas de fuego no podía obrar contra el enemigo
que las tenia; y a quien se hacia por nuestra parte alguna resistencia al paso del
puente con escopetas mal municionadas. Apesar de todo yo me mantuve allí
hasta el amanecer, a cuya hora empezaron a retirarse todos los que havian con-
currido por saverse venian los Yndios en mucho numero a cortarnos la retirada.
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