Page 112 - La Rebelión de Huánuco. Vol 1
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Volumen 1
                                                                    Prólogo a la primera edición
                    Las calles de las ciudades de Huánuco, Tarma y Cerro, figuran como
            puntos claves de la vida cotidiana, a la par que los barrios, esquinas, plazue-
            las y lugares típicos. Muchas de esas calles no tenían denominación oficial y,
            como en Roma o en la España medioeval, se conocían por alguna caracterís-
            tica definida. Figuran calles de significación social, como la de Mercaderes, y
            típicas, como la de Curis. Al lado de los barrios principales de Laris, Izcucha-
            ca, S. Juan y Huayllayco, se mencionan calles y barrios, como el de Batán, Olle-
            rías, Las Cruces, la Parroquia, Santa Rufina, San Bartolomé, S. Pedro; parajes
            clásicos como el del Moral, Cashapata, Rumichaca, San Pedro de Huayllayco,
            Acequia de la Trinidad; y esquinas, como la de Moscoso y del Lobo o Calamaco.
                    No menos sugestivas son las informaciones sobre aspectos costum-
            bristas, regocijos populares, festividades religiosas, como las corridas de toros,
            los carnavales, semana de compadres, las procesiones, como la del Corpus
            que desfilaba por las plazuelas de Santo Domingo, S. Francisco, San Juan y La
            Merced, las romerías, ferias y las cachuas o huaraches.
                    Los expedientes de los saqueos y los inventarios de bienes son una
            fuente apreciable para el acopio de datos sobre determinados aspectos de la
            vida de esa sociedad provincial, tales como el mobiliario y menaje doméstico,
            indumentaria, comidas, bebidas y costumbres. Se describe la vestimenta de
            individuos de diversas clases y regiones y esas referencias pueden ser útiles
            elementos de diferenciación social y económica. Entre otros ejemplos pode-
            mos citar a los jaujinos con botas o llanquis y medias de lana, los huancaínos
            con típicos birretes, los mestizos, por lo general con pantalón, y la indumenta-
            ria de criollos, como Crespo y Castillo, mencionada ya al reseñar los procesos.
            Las listas de objetos y especies saqueadas durante la invasión de la ciudad
            pueden ser, inclusive, indicativas de las preferencias y necesidades de la ple-
            be, en función de sus apetencias de determinados bienes, o de sus urgencias
            derivadas de necesidades personales, como cuando dividen trozos de carne
            robada, o esconden el tabaco, o las indias se reparten pedazos de espejos.
                    Las escenas de la vida rural se describen a veces con un lenguaje de la
            más ingenua sencillez. Hablan de las comidas de aprecio, chupe, papas, habas,
            leche, cuy y carneros; desfilan los indios con sus peroles de alimentos, chac-
            chando su coca, y pagan con sus modestas ofrendas alimenticias a los emisa-
            rios de los insurrectos que enseñaban a leer a los muchachos de los pueblos.
            Pinceladas de esa vida rural asoman en los dichos de los testigos al relatar
            que estaban en el campo llevando a pastar sus borregitos, regando sus habas



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