Page 111 - La Rebelión de Huánuco. Vol 1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Huánuco de 1812
            la masa y sus tipos de reacción colectiva, aspecto que no puede soslayarse en
            los estudios históricos si se quiere lograr un acercamiento a la realidad viva del
            pasado. Conviene por ello poner énfasis en la discriminación de los datos de
            interés para la historia social y la vida colectiva derivados de ese interminable
            desfile de personas y sucesos.
                    La vida colectiva de esas Provincias se agrupa de preferencia en las
            ciudades y, secundariamente en los pueblos, haciendas y estancias, pero siem-
            pre se advierte el flujo y reflujo constante de los habitantes del interior hacia
            los grandes centros poblados, en especial la ciudad de Huánuco foco de atrac-
            ción y de incentivos económicos. No era menor razón para este nomadismo
            que, como hemos dicho, conformaba una permanente población flotante, el
            hecho de que la mayoría de los pueblos no pasaban de simples aldeas con vida
            estática y sin alicientes.
                    En la visión dinámica de la ciudad en que cada parte de ella participa
            en alguna forma en la vida cotidiana, predominan como ejes las calles y los
            centros públicos, en especial la Plaza Mayor, elemento urbano núcleo de reu-
            niones y de toda clase de festejos y solemnidades. En la rebelión huanuqueña,
            esa plaza es el personaje central de los sucesos. Allí se reunieron a toque de
            campana los vecinos llamados a la primera defensa de la ciudad, se vocearon
            las proclamas de los rebeldes y se organizaron las huestes para la jornada de
            Ambo. Fue también el primer punto de invasión por la indiada, a su vera se
            celebró el Te Deum de la victoria, y fue escenario de ese recibimiento triunfal
            de Crespo y Castillo y luego del triste espectáculo de su ejecución.
                    Todos los centros cívicos de la ciudad cobran vida propia en la do-
            cumentación de los procesos de la rebelión. El Cabildo, sede oficial de los
            insurrectos, los edificios administrativos, saqueados durante la invasión, y las
            cárceles, colmadas de reos hasta el punto que hubo de adoptarse providencias
            frente al amago de las pestes. Las iglesias y conventos figuran como centros
            de refugio, de celebración de juntas secretas, conspiraciones y hasta de alma-
            cenes de armas. Los centros populares tienen, asimismo, su rango específico
            y actuante. Las pulperías, negocio de plebeyos y también de funcionarios, las
            chicherías y las tiendas de comercio, algunas de ellas, como la de Pepita Fierro
            y del inglés en Huánuco y la de Cárdenas, en Cerro, eran otros centros de di-
            versión y también de conspiraciones; y hasta en los tambos, que proliferaron
            por la población emergente, se formaban los corrillos y se difundían las noti-
            cias subversivas.



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