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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
Vida y obra de José Baquíjano y Carrillo
todos los satisfacían, se veían amenazados con la reconvención de ciento o
más pesos de adeudo de derechos; mas los habitantes de la sierra que sólo se
ocupan en el ejercicio de pastores, mitayos y jornaleros, como jamás negocian
en un solo maravedí, instaban por su plantificación; y de aquí la discordia de
opiniones y el alejamiento de las voluntades, que según prevenía la Gaceta de
la Regencia del 11 de septiembre de 810 era el único intento del pérfido Napo-
león: «Resulte, encargaba a sus emisarios, contradicción de dictámenes entre
los americanos, y no hay que detenerse en la causa sea la de su desgraciado
Fernando VII o de la oprimida España».
Se mandó al mismo tiempo se hiciese a los indios repartimientos de
tierras, este encargo difícil y laborioso se encomendó en el Perú por aquel vi-
rrey a una comisión de que fui nombrado jefe; se extendió después de muchas
sesiones con todo el pulso que exigía su importancia, y no llegó a plantificarse
por decirse ser operación dilatada y costosa; es muy regular se haya remitido
el expediente de la materia; en su falta, y por si quiere examinarse, yo conservo
casualmente los originales. Así que, viendo el indio subrogada a la modera-
da pensión del tributo una insoportable carga, y reservada para en adelante
la distribución de tierras que es la propiedad que más ama, se afianzó en el
concepto de que la libertad que se les franqueaba era un solapado engaño;
que jamás se cumpliría la posesión de terrenos que se les ofrecía; y que sólo se
trataba de gravar hasta el extremo su miseria y opresión.
El indio es tenacísimo en conservar el resentimiento de la injuria, jamás
olvida la falta de palabra y el no cumplimiento de las promesas; no pierden la
memoria de las que se han quebrantado desde los primeros días de su reunión:
aún lloran el exterminio de su último Inca confiado en la garantía del virrey
Toledo, como si fuese un hecho reciente y de nuestros días; lamentan el atroz
suplicio de Diego Túpac Amaru en 1780, después de haber rendido las armas y
concedídosele el perdón, jurándolo dentro de la iglesia por el prelado del Cuzco
y demás autoridades al tiempo de celebrarse el más augusto de los sacrificios.
Recuerdan por ejemplar la capitulación formada en 1557 por el tercer
virrey del Perú marqués de Cañete con el negro Bayano titulado rey de los
cimarrones y violada conduciéndole a la península en donde finalizó sus días,
hasta la no cumplida a los de la isla de Santo Domingo, que se han visto morir
en Cádiz mendigando el sustento o sirviendo en los oficios más bajos y abatidos.
Los ejemplares recientes lejos de desimpresionarlos afianzaban más
su desconfianza; leían en las gacetas de México gloriarse Trujillo de haber
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