Page 506 - Vida y Obra de José Baquijano y Carrillo - Vol-1
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Volumen 1
Dictamen de José Baquíjano sobre la revolución hispanoamericana
sincero de fidelidad arraigado en sus corazones, es evidente, por su constancia
en pedir se les oiga sin usar del rigor de las armas y la guerra; por la propo-
sición de que sólo declarase el gobierno de España que aunque ésta sucum-
biese no debían seguir las Américas su desgraciada suerte por el encarnizado
odio con que miran todo lo que huele a francesismo; porque en la larga lista
de emisarios de los Napoleones para inquietar las Américas y conciliarse su
adhesión, todos (a excepción de un indiano ahorcado en la Habana) son eu-
ropeos; señal indudable del concepto que tenían formado de esos vasallos y de
la ninguna esperanza de poder plantificar sus pérfidos designios en aquellos
países; y sobre todo por la garantía y mediación de la Inglaterra que con tan-
ta repetición y ahínco han solicitado, y que jamás la hubieran interpuesto si
sus miras fuesen establecer la independencia; pues sólo ciegos o enteramente
embrutecidos lo habrían hecho para atraerse por la falsedad y el engaño el
resentimiento de una nación que gravaría sobre ellos todo el peso de su pre-
ponderancia marítima.
Con igual ligereza se supone un envejecido y radicado odio a los eu-
ropeos a quienes se designa con los apelativos de gachupines y chapetones;
el primer título es corrupción de la palabra Tzopini, que quiere decir lo que
espina o punza aludiendo a las espuelas de que usaban los españoles, y por
esto significaba, hombre con espuelas, y chapetones en la lengua haitiana, es
hombre de lejanas tierras.
Sin tan poco fundamento se encuentra en las palabras para el fomento
de supuestas quejas, no se encuentra alguno en los hechos. Contrayéndonos
a los actuales acontecimientos; Hidalgo entra en Guadalajara y nombra de
oidores a europeos; su segundo el general Sánchez es nacido en la península;
al general García Conde le concede la vida y libertad, y corresponde a esa gra-
cia mandando, en la primera ocasión que se le proporciona, a su subalterno
Iturbide, procurar sólo matar gente. Un respetable europeo de México escribía
a un amigo suyo: «No tiene usted que temer confiscación ni otro mal alguno
de los insurgentes en caso que logren sus intentos; pues aun ahora tratan con
mucha consideración los bienes de los que han cuidado de no meterse en nada
como me sucede con mis haciendas, de que sólo me han llevado los caballos
de silla y algunas mulas. Si las haciendas de N... han padecido es porque su
administrador se metió a patriota y dirigió dos o tres ataques contra los insur-
gentes que se habían establecido cerca, alanceando mujeres y fugitivos y otras
cosas a este tenor».
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