Page 508 - Vida y Obra de José Baquijano y Carrillo - Vol-1
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Volumen 1
Dictamen de José Baquíjano sobre la revolución hispanoamericana
Pero el libertar a los indios del tributo fue un rasgo de beneficencia que
no debían olvidarlo, y fijar su inalterable perpetuo reconocimiento; él pudo
serlo, si la inoportunidad, la precipitación y otros incidentes que la acompaña-
ron no hubiesen producido la renuncia del agraciado arraigando más su des-
confianza, y quedando por único resultado un trastorno y desorganización no
fácil de repararse. Hablaré con datos del Perú porque me son muy conocidos,
y fui uno de los vocales que asistieron a las juntas formadas para encontrar el
remedio; en los demás puntos de América, puede darse la misma aproximación.
El indio tributaba desde la edad de diez y ocho años hasta cumplir
los cincuenta, satisfecha esa pensión nada se le exigía por alcabala y demás
derechos que gravan las negociaciones y tráfico de los demás ciudadanos; el
número total de los del virreinato del Perú en el pasado año de 1811 incluyén-
dose ancianos, niños, mujeres y privilegiados ascendía a 909,228; de los que
rebajados los que por diversos títulos no pagan, quedaban sólo contribuyentes
204,903; y por ingreso al Real Erario (pues no es uniforme en todas las provin-
cias la pensión ni igual la del originario con tierras a la del forastero sin ellas)
1.272,548 pesos fuertes.
Sobre éstos gravaban la paga de sínodo a los curas, la erogación a los
hospitales, el salario de maestros para la enseñanza, las encomiendas aplica-
das a fundaciones piadosas, como las que gozaba el Monasterio del Escorial,
o la subsistencia del Convictorio de San Carlos, o a algunas ilustres casas re-
comendables, por sus esclarecidos servicios; de manera que el líquido que en-
grosaba la Hacienda Real era de 763,197 pesos fuertes.
En una época en que por las alteraciones de las provincias habían dis-
minuido tanto las alcabalas y demás derechos reales y en la que se recrecían
por la misma razón los gastos y gravámenes, no era oportuno decretar un dé-
ficit de tanta consideración, que a los mismos agraciados les excitaba grandes
sospechas y recelos, creyendo más bien ser una red que se les tendía para más
oprimirlos que un beneficio para aliviarlos.
Tenían noticia anticipada los del Perú, de lo ocurrido en México; de
que aquel virrey había propuesto a las cortes se restableciesen los antiguos
repartimientos, y que al anunciarles la libertad del tributo, publicó la lista
monstruosa de los derechos a que quedaban sujetos como los españoles. Todo
esto los puso en inquietud y sobresalto; así cuando se les hizo saber estaban
exonerados de ese gravamen, los indios de los valles que son industriosos y
traficantes la rehusaron, pues en lugar de los seis pesos de pensión con que
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