Page 500 - Vida y Obra de José Baquijano y Carrillo - Vol-1
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Volumen  1
                                            Dictamen de José Baquíjano sobre la revolución hispanoamericana
            congreso que ese recomendable cuerpo por su constante fidelidad y el más
            acendrado patriotismo, no se produjese en este escrito con la circunspección
            que manifestó hasta aquí, y sin un acaloramiento y vehemencia, que aunque
            nacido indudablemente de su celo digno de ser elogiado, no corresponde a su
            carácter y circunstancias. Hágalo presente vuestra excelencia al tribunal para
            que tenga entendido que así las cortes y su alteza como la nación entera, están
            penetrados de su celo por el bien público, pero que confían que sin desmayar
            en tan noble propósito evitará en lo sucesivo iguales disgustos».
                    El Consulado de Cádiz dictador absoluto de las resoluciones de la Re-
            gencia y Cortes, cuyo orgulloso poder adquirido por el mezquino auxilio del
            préstamo, de doce o quince millones de pesos, que privó a la Madre Patria
            de la entrada anual de treinta y cinco millones, aun después de declarada la
            igualdad de derechos y representación a los vasallos de ambos hemisferios,
            se burlaba de los de Ultramar a la faz del mismo congreso: «La igualdad de
            derechos (estampaba en informe a las cortes) concedida a los americanos no
            les atribuye los goces todos que disfrutan o pueden disfrutar los españoles de
            la península; esto es, sus derechos son tuertos».
                    Se discutía entonces con ardor la tercera proposición de las once pre-
            sentadas por la diputación americana en 16 de diciembre de 810 sobre el libre
            comercio de importación y exportación de todos los puertos de aquellos do-
            minios; el comercio de Cádiz, cuyo poderoso influjo había hecho retractar el
            decreto de la Regencia que lo franqueaba, y de un modo que no permite elo-
            giar su entereza, y se deslinda muy a las claras en la defensa del oficial mayor
            de la Secretaría de Hacienda que lo había extendido, les dice a las cortes: «Que
            ese permiso destruiría las fábricas de ambas Españas, por no poder sostener
            la concurrencia del precio, y que no hay otro arbitrio que el de hacer un puer-
            to de depósito, de donde se provean las Américas por buques nacionales»;
            como si ese arbitrio evitase la concurrencia de efectos y vendedores que por
            su abundancia sofocase la industria del país.
                    Por resulta de esas contradicciones fue negado el permiso de comer-
            ciar libremente a los habitantes de aquellos dominios, y estrechados a surtirse
            de lo que necesitan, y al expendio de sus producciones por medio de terceras
            manos que si aumentan el costo de lo que se compra, disminuyen para el due-
            ño el valor de lo que vende; verificándose así lo que expresaba el consulado de
            Cádiz, que los derechos de los americanos no son iguales sino tuertos.





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