Page 182 - Vida y Obra de José Baquijano y Carrillo - Vol-1
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Volumen 1
Reflexiones por Juan Baltasar Maciel sobre el «Elogio» de Baquíjano
olvidará el destrozo de la humanidad, la desolación de la sociedad, y las ruinas
que a cada paso se le presentan de los más bellos monumentos de la riqueza de
aquel reino. Por eso dije que nada debía, en estas partes, relevar más nuestra
abominación general que el principio y causa de tan funesta sublevación.
[150] Pero, al mismo tiempo, debo decir que jamás procedió tan ciega
y preocupada la emulación como cuando, para hacer odiosa y execrable la
conducta del actual ministro, le imputó aquella rebelión, como efecto propio
de los muchos impuestos que le atribuye. Esta imputación choca la misma
notoriedad de los hechos y evidencia de las razones que la ridiculizan. Y no
hay persona sensata que no la ridiculice como fantasma e ilusión del más gro-
sero fanatismo. Sin embargo, como es infinito el número de los necios, son
muchos los fanáticos que, para estrechar al ignorante vulgo, vierten tan exó-
tica expresiones o especies, deducidas de su propio interés, sobre la causa que
sustentó la sublevación preocupados en sus sentimientos contra el ministro,
a cuya perspicacia no se ocultó, desde sus principios la verdadera causa de la
rebelión, y sabrá su celo llevar adelante los medios de repararla y precaverla.
Por tanto, no es fuera de mi propósito indicar aquí las razones que motivasen
aquella imputación.
[151] Ya noté en uno de los capítulos antecedentes que los estableci-
mientos de la Aduana y Estanco del tabaco principiaron en el Virreinato de
Lima desde antes que el actual ministro tomase las riendas del gobierno de
esta América, y ahora añado que la sublevación del Perú comenzó por las
provincias del dicho virreinato, hecho que ninguno ignora, sabiendo todos
que en la Provincia de Tinta, José Gabriel Túpac Amaru levantó el estandarte
de la rebelión y, erigiéndose soberano por la pretendida descendencia de los
incas, hizo el proceso a su corregidor, don Antonio Arriaga, y lo degolló en
público cadalso. Y ¿quién de uno y otro no inferirá que, si aquella sublevación
fué efecto de la Aduana y Estanco de tabaco, no debe, por lo mismo, imputarse
al actual ministro que no tuvo parte en su establecimiento?
[152] Esta reflexión es no menos obvia que sólida, y ninguno será ca-
paz de obstinarse contra la fuerza que refuta y disipa aquella vana imputación.
A la verdad, si el ministro sólo en estas Provincias del Río de la Plata y Para-
guay, que se han libertado del contagio de la rebelión, introdujo la Aduana y
Estanco de tabaco, no es imaginable mayor quimera que la de hacerlo, por su
causa, el verdadero autor de la sublevación de unas provincias que distan de
éstas más de 700 leguas. Para esto fuera preciso reconocer en la naturaleza y
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