Page 186 - Vida y Obra de José Baquijano y Carrillo - Vol-1
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Volumen  1
                                           Reflexiones por Juan Baltasar Maciel sobre el «Elogio» de Baquíjano
            cubrir el reparto de su corregidor y acallar la petulante exigencia de su codicia.
            Entretanto, éste triunfa con sus despojos y, entregado a la diversión y el regalo,
            recoge en un solo quinquenio lo que le sobra para satisfacer a sus acreedores,
            sostener los cargos de su residencia y quedar rico y poderoso.
                    [160] Todo esto, que era a todos visible y no podría esconderse a los
            indios que lo experimentaban en sí mismos, formó, sin duda, en su corazón
            un torrente de resentimiento, que debía algún día rebosar y salir como de
            represa, rompiendo los diques de su temor y pusilanimidad. Estos sabían, al
            mismo tiempo, cuán deudores eran a la piadosa atención de nuestros sobe-
            ranos, los cuales nada recomendaban más en sus leyes que la conservación
            de su libertad, el cuidado de su buen trato y todo cuanto pudiese contribuir
            a su felicidad, para radicar en sus ánimos mejor el concepto del suave yugo
            de su soberanía. Mas, como después de todo, tenían la infeliz experiencia del
            menosprecio que hacían de sus más justas quejas aquellos propios tribunales
            que estaban más encargados de su atención, y que en éstos triunfaba siempre
            el poder de sus corregidores, confundiendo el conocimiento de su justicia que
            les proporcionaba su inmediación, no es de admirar que viendo así frustrado
            el remedio de su opresión, reventase al cabo de tantos años aquella represa de
            ira y encono que no pudo ya contener su debilitado espíritu.
                    [161] No por esto pretendo justificar su sublevación, digna de ser abo-
            minada, aun cuando no se hubiera precipitado en los excesos que han hecho
            gemir a la naturaleza y la religión. Mi designio, exponiendo la verdadera causa
            que la motivó, sólo ha sido refutar la falsa que se ha querido aparentar, pues
            nada descubre mejor la quimera e ilusión de aquella imputación que el escla-
            recimiento del origen y principio a que se debe atribuir. Ello es evidente que
            el resentimiento es el que lo ha causado, y que éste es tanto más vivo, cuanto
            más afecta y conmueve su sensibilidad. Luego, siendo constante que los males
            propios afectan y conmueven más que los ajenos al espíritu sensible, es preciso
            confesar que éste, en los indios, se resintió más con los verdaderos golpes de
            la opresión de sus corregidores que descargaban sobre sí propios, que no con
            los vanos pensamientos o fantasmas de la Aduana y el Estanco que veían tan
            de lejos y que de ningún modo les damnificaban.
                    [162] La cierto es que si, insensibles al daño propio —los repartimien-
            tos de sus corregidores— sólo se hubieran mostrado sensibles al que se figura-
            ban en los españoles por causa de las Aduanas y Estancos, su sensibilidad sería
            más irracional y estúpida que su misma insensibilidad. Porque quien no siente



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