Page 181 - Vida y Obra de José Baquijano y Carrillo - Vol-1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             Vida y obra de José Baquíjano y Carrillo
            modo, uniendo según la intención del soberano los esfuerzos, y propendiendo
            cada uno, por su parte, al Real servicio, lejos del inconveniente que se figura
            en la separación de uno y otro cargo, ha visto el mundo entero, en sus mismos
            objetos, las ventajas que en tan críticas circunstancias ha reportado en bien del
            estado y decoro de la Corona.


                                         SECCION TERCERA
                Es una quimera y vana ilusión la imputación de la sublevación del Perú al establecimiento
                                     de la Aduana y nuevos impuestos


                    [148] Ninguna cosa, a la verdad, es más digna de la general abomina-
            ción de este nuevo mundo que el origen o causa de la sublevación del Perú.
            Por mucho que ésta se quiera rebajar, es preciso confesar que el reino más rico
            del Universo, aquél de quien dependían estas vastas provincias, no sólo se vió
            a dos dedos de su pérdida, sino que, aún después de reprimido el movimiento
            con que se precipitaba a su total ruina, ha quedado en un estado tan deplo-
            rable que apenas el espacio de un siglo será capaz de restablecerlo. El furor
            de los sublevados, pasando en un momento de la más baja sumisión a la más
            orgullosa altanería, lo llevó todo a sangre y fuego. Ni el temor de la majestad
            humana, sobre cuya ruina osaron levantar el trono de su bárbara dominación,
            ni el respeto de la divina que profanaron en sus más augustos santuarios, fue-
            ron barreras capaces de contener sus desafueros. El español y el indio que no
            seguía el estandarte de la rebelión, el pobre y el rico, el superior y el súbdito,
            el varón y la mujer, el lego y el sacerdote, todos sin distinción de persona, fue-
            ron víctimas de su carnicería. Su sangriento cuchillo asoló pueblos enteros, su
            saña destrozó las más ricas y fértiles posesiones, y con despecho abatió de los
            altares las más sagradas imágenes, hasta conculcar y pisar el mismo cuerpo y
            sangre de Nuestro Señor Jesucristo. En una palabra, se vió la abominación y
            desolación en el lugar santo, la furia se encarnizó inhumanamente en las más
            inocentes vidas, y por todas partes corrió la sangre de innumerables que fue-
            ron funesto despojo de la cruel Parca.
                    [149] Este rasgo, por lastimoso que parezca, apenas puede pasar por
            un leve bosquejo y confusa perspectiva de tanta tragedia. El corazón humano
            que siente mejor que lo que explica la lengua, sólo pudo trazar, en su interior,
            el verdadero plan de su sentimiento. El gime y gemirá, mientras le dure la me-
            moria de los innumerables estragos que ejecutó la más bárbara crueldad. Jamás



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