Page 163 - Vida y Obra de José Baquijano y Carrillo - Vol-1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
Vida y obra de José Baquíjano y Carrillo
[102] Dijo el orador que el bien mismo deja de serlo, si se establece y
funda contra el voto y opinión del público, que el empeño de mejorar al hom-
bre contra su voluntad es el engañoso pretexto de la tiranía, que lo que excita
la reclamación universal, no puede tener por objeto la felicidad pública, y que
no se puede razonablemente creer que las principales personas del estado,
todos los tribunales del reino y la nación entera se ciegue sobre sus verdaderos
intereses, y que un corto número de personas y aun una sola puede ser, vea
y piense mejor que todos los ciudadanos juntos. Todo esto que, contraido a
nuestro caso, presenta la más arrojada e imprudente voluntariedad, descubre,
por otra parte, y a pesar de tan especioso velo que traen consigo tan armoniosas
expresiones, una máxima contraria y repugnante a los fueros de la soberanía.
[103] En efecto, cuando conozco o echo de ver los medios por los que
se gobernó aquel orador, y consiguió los sufragios de toda la nación sobre los
expresados impuestos, para que se diga que se han fundado y establecido con-
tra el voto y opinión del público, yo me pregunto ¿de qué origen ha descendi-
do esa brillante luz que disipó, como una quimera e ilusión de nuestro siglo,
el beneficio de un comercio libre y protegido, haciendo ver que la utilidad que
por su medio se proporciona a todos los pueblos, es contraria a su voluntad
y un pretexto engañoso de la tiranía que los oprime? ¿qué reclamación uni-
versal es ésa o cuáles son esas personas principales del estado y tribunales del
reino, ni dónde está el lugar donde se congregó, para reclamar, toda la nación
contra ios indicados impuestos? Sin duda, el orador limeño, conceptuando
como el romano que todo el orbe se encerraba en su patria, facies orbis in urbe,
se imaginó que los gritos que ésta arrojaba por la separación del virreinato y
franqueza del comercio, eran de toda la nación que así reclamaba la pérdida de
su privativo lujo y opulencia. Y por ventura ¿puede ser más arrojada ni más im-
prudente la voluntariedad que animó tan clamorosa y vehemente declamación?
[104] ¿Y qué diré de las máximas que se aparecen al ruido de tan des-
compasados gritos del orador que así habla: en un estado monárquico, dife-
rente por su constitución del aristocrático y democrático, no sólo en la cabeza,
que es el soberano, sino en el cuerpo, que es la nación, o en los tribunales que
la representan, la inspección del bien y utilidad común que debe moderar el
régimen de los pueblos, no corresponde al príncipe y es privativa de las prin-
cipales personas del estado, de los tribunales y de« más cuerpos de la nación;
que sólo éstos son los que legítimamente autorizados y esclarecidos de lo alto,
pueden conocer cuándo se consultan o no para el bien de la sociedad, y que el
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