Page 160 - Vida y Obra de José Baquijano y Carrillo - Vol-1
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Volumen  1
                                           Reflexiones por Juan Baltasar Maciel sobre el «Elogio» de Baquíjano
            vista en lo que me resta. Si el corazón del hombre, dice, está tan profundamen-
            te escondido que sólo Dios puede descubrir sus secretos, el de los príncipes, en
            particular, es un abismo que ni la sagacidad de los propios hombres es capaz
            de sondear. Sucede con las acciones lo que con los grandes ríos cuyo curso ven
            todos aunque los más ignoren su origen. Para conocer un grande río, no basta
            que pase por nuestra vista ni el que veamos que sus aguas son claras o turbias,
            o que seamos testigos de sus mudanzas, ya cuando agitadas sus ondas, traspa-
            sen sus riberas o tranquilizadas, se contienen dentro de su cauce, o ya cuando
            inundan el país por su creciente o lo desecan por su retirada Es necesario ir a
            su mismo origen, reconocer la fuerza con que salen sus aguas, la extensión de
            su curso, los pequeños ríos que lo acrecientan hasta una determinada altura
            que lo hace agradable a la vista, útil o peligroso al país que riega. Del mismo
            modo, para juzgar de las acciones de los príncipes, es necesario haber asisti-
            do a sus consejos, haber opinado en sus deliberaciones y estar perfectamente
            instruido así de los principios que debieron haber determinado estas acciones,
            como de las causas que las produjeron.
                    [95] Todo esto, a la verdad, convence de que no sólo es necesaria res-
            pecto del súbdito la voluntaria sumisión al juicio de su soberano, sino que se-
            ría una especie de temeridad, principalmente en aquellos que están distantes
            de su trono, el más leve amago de penetrar el abismo profundo de sus volun-
            tades, para reconocer la justicia y conveniencia de sus órdenes, y que, por con-
            siguiente, la falibilidad del príncipe, que es propia de su humana condición, ni
            deroga la autoridad de su supremo poder, ni sustrae al vasallo de la obediencia
            que le debe.


                                         Principio Tercero
                    Renuncia que debe hacer el súbdito de su privado juicio, cuando interviene el
                                        público de su soberano


                    [96] También este principio se halla suficientemente fundado en las
            reglas que se han establecido sobre la obediencia que exige del vasallo la su-
            prema autoridad de su príncipe. Sin embargo demanda mayor explicación
            para allanar las principales dificultades y tropiezos que la cavilación del liber-
            tinaje, con el especioso principio de libertad natural, puede suscitar y oponer
            contra las indicadas máximas.





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