Page 159 - Vida y Obra de José Baquijano y Carrillo - Vol-1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             Vida y obra de José Baquíjano y Carrillo
            sufrir que la república recibiese la ley del ciudadano, y esto es lo que, cierta-
            mente, sucedería, si fuera permitido a los particulares examinar la justicia y
            conveniencia de las órdenes de su soberano, para sustraerse a la obediencia en
            el caso de hallarla injusta. El soberano, entonces, no daría la ley a sus súbditos,
            sino que la recibiría de éstos. No queriendo éstos rendirse sino a sus propias
            luces, levantarían el grito y pondrían dentro de sí mismos un tribunal superior
            al de su mismo soberano, en el cual llamarían a juicio las determinaciones de
            sus soberanos para proscribirlas. Y esto ¿qué otra cosa fuera que violar todas
            las leyes de subordinación, romper los vínculos del gobierno, dividir y trastor-
            nar el estado, y aun menospreciar y rebelarse contra la potestad suprema?
                    [93] Y lo tercero que, aunque muchas veces se suscite la duda entre
            los súbditos acerca de la justicia del mandato, se debe en semejantes casos
            deponer, para proceder debidamente a su cumplimiento, por las razones por
            las que, en buena teología, cualquiera que obra con conciencia dudosa, esto
            es con duda de si es justo o injusto lo que va a ejercitar, peca como si obrara
            con conocimiento cierto de su injusticia, por faltarle el dictamen práctico de
            la licitud de su acción, en que consiste la regla inmediata y próxima de su
            conciencia. De donde se infiere que, cuando urge el precepto de obrar, esto es
            cuando no se puede dilatar su cumplimiento, no sólo no se peca si se ejecuta,
            sin embargo de subsistir la duda de la injusticia del mandato, porque la obe-
            diencia que éste exige, obliga a que se arroje y deponga todo lo que la retar-
            da, oponiéndose al cumplimiento. De lo contrario, pecaría, aun haciendo lo
            mismo que se le manda, no ya contra el precepto humano que observa, cuan-
            to contra el divino y natural que posterga y le defiende toda operación con
            conciencia dudosa. Por tanto es preciso deponer toda duda que voluntaria o
            involuntariamente se suscite sobre la justicia del mandato, haciendo para esto
            valer que la presunción, en semejantes casos, está a favor del que manda, por-
            que el príncipe recibe con más abundancia las luces del Cielo para el régimen
            de los pueblos que la Providencia le ha encomendado; que él sabe y penetra
            mejor todo el encadenamiento de los negocios; que ve todo lo que nosotros
            vemos y muchas cosas que se nos esconden, porque especula de más alto y es
            más dilatada la esfera de sus conocimientos. A todo lo cual es consiguiente la
            necesidad de renunciar a nuestro propio juicio y preferir el del soberano, para
            rendir a sus mandatos la debida obediencia.
                    [94] No quiero pasar adelante sin copiar una bella reflexión del grande
            jurisperito de quien hasta aquí me he servido como de guía y no perderé de



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