Page 141 - Vida y Obra de José Baquijano y Carrillo - Vol-1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
Vida y obra de José Baquíjano y Carrillo
[51] El ilustre comandante, obrando bajo las órdenes y dirección de
nuestro jefe, defiende y aquieta la Ciudad de Chuquisaca, justamente alarma-
da con los repetidos asaltos del enemigo, y después de apaciguar la provincia
inmediata corre y, penetrando por entre pueblos los más enfurecidos con los
inhumanos estragos que habían causado, hace levantar el sitio de la rica Ciu-
dad de La Paz, cuando al cabo de cuatro meses, que había generosamente
resistido el más porfiado y formal asedio, iba ya a rendirse, víctima del más
obstinado furor; consiguiendo al fin, con el castigo de las principales cabezas,
la total pacificación del reino. Su mérito no quedó sin la debida recompensa,
porque el justo y próvido ministro, que no lo perdió de vista en la mayor dis-
tancia, se la proporcionó con anticipación a sus más gloriosos hechos en el
grado de coronel y presidente de aquella Real Audiencia, para que se vea que
su justicia no distingue entre europeo y americano, y que sólo el peso de los
méritos hace inclinar la balanza de su juicio.
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[52] En lo demás que mira a los últimos rasgos del retrato de los ame-
ricanos en que, a la verdad, se estampa su mayor infamia, haciendo entender
que solos los europeos, con espíritu muy noble, desean él bien de la patria y el
sosiego de nuestro amado monarca, yo quisiera que, por todas partes, se reco-
nociera la conducta de nuestro jefe, para que así se viera si había ninguno con-
sultado con más nobleza de ánimo el bien de la patria, ni proporcionado más
felizmente el sosiego de nuestro soberano en los dominios que están a su cargo.
[53] Permítaseme decir aquí, sin envidia ni agravio de nadie, que
cuando el fermento de la sublevación corrompía toda la masa de esta América
meridional, cuando las capitales de sus otros virreinatos y principales provin-
cias ardían con las discordias y desavenencias entre sus jefes, y los ministros
y superintendentes de la Real Hacienda, sólo en Buenos Aires y sus inmedia-
tas provincias reinaba la calma del más profundo sosiego y brillaba entre sus
respectivos jefes aquella bella armonía que franqueaba el paso a la puntual
ejecución de las órdenes de nuestro soberano.
[54] ¿Qué diga el señor Intendente o cualquiera otro de los minis-
tros encargados del Establecimiento de Aduana, Estanco de tabaco, naipes y
demás impuestos relativos al comercio libre, si jamás tuvieron el menor tro-
piezo con nuestro virrey, o hubo alguno de sus subalternos que se atreviese a
levantar la voz y reclamar contra las nuevas imposiciones? Sin embargo del
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15. Este último párrafo, desde «Su mérito etc.», falta en el manuscrito de Maciel [Nota del
Editor de la primera edición].
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