Page 140 - Vida y Obra de José Baquijano y Carrillo - Vol-1
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Volumen 1
Reflexiones por Juan Baltasar Maciel sobre el «Elogio» de Baquíjano
si hubiera podido alegar, por entonces, el ejemplar de un hijo suyo que desde
el más elevado puesto de la dignidad de virrey, desmiente hoy tan incontesta-
blemente aquella injuriosa pintura?
[48] En efecto, este supremo empleo que pone a nuestro jefe a la par de
su mismo soberano en el más vasto de sus dominios, ha elevado tan poco su
corazón que jamás ha brillado más en su espíritu aquella humildad sin bajeza
que hace el carácter de la grande alma. Abominando la pompa y vanidad con
que los demás virreyes de una y otra América han infundido el temor en sus
pueblos, se le ha visto constantemente en el mismo moderado tren que antes
de su elevación, solícito sólo de radicarse en el amor de su pueblo por medio
de aquella humanidad y afabilidad que da el más libre acceso a todo miserable
y desvalido. Su justicia, administrada siempre sin aceptación de personas, y su
desinterés hasta un punto a que jamás llegó la delicadeza del más escrupuloso
honor, han cerrado los vínculos de la afición de todos.
[49] Y ¿qué diré de aquellos mayores yerros a que se considera expues-
to todo americano colocado en los grandes empleos? Nunca se vió jefe alguno
constituido en tan críticas circunstancias y en que, por la fatal situación de
las cosas, se hiciesen tan temibles las más funestas consecuencias. Al mismo
tiempo que la nación británica amenazaba este Río de la Plata con una de
sus formidables escuadras, prende el fuego de la sublevación del Perú en las
principales provincias de este virreinato. El espíritu más despejado se hubiera
hallado embarazado entre objetos tan ejecutivos y separados por el espacio de
más de setecientas leguas. Pero el corazón de nuestro jefe, animado de su celo
por el servicio de nuestro soberano, ocurre felizmente a todo, y hace brillar los
mayores aciertos donde, más que nunca, se debían temer los yerros.
[50] Sin balancear un momento, se transporta personalmente a Mon-
tevideo, y por medio de los reparos y fortificaciones que levanta, pone a cu-
bierto de todo insulto aquel débil puerto, y comprueba el anticipado juicio
con que los mismos extranjeros, en sus papeles públicos, hicieron a su mérito
la debida justicia. Desde allí, sin perder de vista las distantes provincias del
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Perú, apronta y despacha tropas que, puestas al mando del teniente-coronel
Dn. Ignacio Flores, también americano, arrojan el espanto entre los subleva-
dos con el sangriento destrozo de los más obstinados.
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14. Gaceta de Holanda, en 26 de abril de 1781 [Nota del Editor de la primera edición].
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