Page 139 - Vida y Obra de José Baquijano y Carrillo - Vol-1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             Vida y obra de José Baquíjano y Carrillo
                    [46] Sí, la emulación, después de insultar nuestra sumisión y rendi-
            miento, como que se hermana bien con el abatimiento, no ha dudado im-
            putarnos la facilidad con que nos elevan las facultades y empleos que se nos
            confieren y que, por lo mismo de estar muy expuestos a los mayores yerros,
            conviene mucho el tenernos siempre sujetos. De suerte que por un efecto de
            humanidad y para que no nos veamos desnudos de todo favor, sólo se nos
            pueden comunicar los medianos cargos, dejando los mayores para los euro-
            peos, que con espíritu muy noble desean el bien de la patria y el sosiego de
            nuestro amado monarca.
                    [47] Tales son las ideas de nuestra condición que se han llevado hasta
            el trono de nuestro soberano por la pluma misma del ilustrísimo personaje
            que hoy tiene el primado de la Iglesia de España.  Ya el ilustre cabildo de la
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            Ciudad de Méjico, en su representación de 2 de mayo de 1771, confutó egre-
            giamente aquel odioso retrato, que hacía de los americanos la más preocupada
            emulación.  Pero ¿qué fuerza no hubiera dado a sus invencibles argumentos,
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            12. Francisco Antonio de Lorenzana que, siendo arzobispo de Méjico, fué electo, en 1772,
            arzobispo de Toledo (n. en León, 1722, m. en Roma, 1804) [Nota del Editor de la primera
            edición].
            13. Diego Barros Arana, Historia General de Chile, Santiago, 1885, t. V, p. 351/2, nota 94,
            se refiere a ambos documentos, como sigue: «Tengo a la vista un memorial manuscrito del
            cabildo de la ciudad de Méjico, de 2 de mayo de 1771, que ignoro si se ha publicado alguna
            vez. Es una representación dirigida al rey para pedirle que reconvenga al funcionario que
            tratando este mismo asunto [la justa pretensión de los criollos de equiparar a los españoles en
            la provisión de los cargos civiles y eclesiásticos en América] había informado a la corte en los
            términos siguientes. “El espíritu de los americanos es sumiso y rendido porque se hermana
            bien con el abatimiento; pero si se eleva con facultades o empleos, están expuestos a los mayo-
            res yerros: y por eso conviene mucho tenerlos sujetos aunque con empleos medianos, porque
            ni la humanidad ni mi corazón propone el que sean desnudos de favor; pero sí me enseña la
            experiencia que conviene mucho tengan por delante a nuestros europeos, que con espíritu
            muy noble desean el bien de la patria y el sosiego de nuestro amado monarca”. Los capitulares
            de Méjico no nombran al autor de este consejo; pero es evidente que ésas eran las ideas de los
            caracterizados representantes del rey en las colonias y de muchos de los directores de la admi-
            nistración en la metrópoli. El memorial a que nos referimos tiene por objeto impugnar esas
            máximas demostrando al rey la fidelidad incontrastable de sus vasallos de América y el buen
            desempeño de éstos en los cargos que se les confiaban; pero observa que todo hacía creer que
            aquellos consejos habían sido bien recibidos en la corte. “Días ha, dice con este motivo, que
            reflexionábamos, no sin el mayor desconsuelo, que se habían hecho más raras que nunca las
            gracias y provisiones de V. M. a favor de los españoles americanos, no sólo en la línea secular,
            sino aun en la eclesiástica en que hasta aquí habíamos logrado atención. Lo observábamos
            pero conteníamos nuestro dolor dentro del más respetuoso silencio, y no lo romperíamos
            jamás aunque no lográramos otro beneficio de V. M. que el incomparable de reconocernos sus
            vasallos, veneraríamos siempre como de la imagen del mismo Dios, las providencias de V. M.;
            las confesaríamos en todo caso justas por más que no alcanzáramos sus causas, que tampoco
            osaríamos averiguarlas, y aunque nos fueran dolorosas, callaríamos nuestro sentimiento, con
            la satisfacción de hacer en todo caso el gusto de V. M.» Barros Arana termina su nota con esta
            consideración: «Este era el tono en que por entonces hacían los americanos llegar sus quejas
            a los oídos del rey».


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