Page 107 - Vida y Obra de José Baquijano y Carrillo - Vol-1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             Vida y obra de José Baquíjano y Carrillo
                    [15] En efecto, apenas ha tocado V. E. la tierra, cuando la isla de Cuba
            clama por su presencia. Al instante se apronta el regimiento; lleva consigo
            las mismas esperanzas, y la satisfacción gustosa de haber domado el orgullo
            enemigo. Sin embargo sus pérdidas parece se restauran: el coronel es hecho
            prisionero: el contrario se complace de que la fortuna principia a protegerlo.
            Llegue V. E. presto a la Habana, y a la frente de su invencible cuerpo, convén-
            zale que el valor sabe encadenarla, y fijar su volubilidad e inconstancia. El
            puerto de Guantánamo, ese resguardo contra las tormentas, y tempestades, es
            sorprendido por nuestros rivales. Ellos interrumpen el libre comercio de una
            costa con otra, todos temen el riesgo: la recuperación insta; y el honor de la
            nación, de concierto con la pública quietud, exigen el reparo. V. E. se inflama
            a vista de la empresa. Las dificultades lejos de retardar aumentan sus deseos:
            la resistencia aviva a la animosidad. V. E. con espada en mano se adelanta, su
            ejemplo alienta, y el inferior se esfuerza. Por todas partes corre el plomo, señal
            casi segura de la muerte. Entre el espeso turbillón de polvo, y humo se camina y
            penetra: el combate principia. La rabia, el tumulto, el horror, y la desesperación
            se confunden y mezclan: la naturaleza tiembla al ver que sus hijos han perdido
            la forma de mortales: la tierra gime de sostener el peso de tanto cuerpo muer-
            to: ríos de sangre la inundan, y la riegan. Allá el soldado invoca la clemencia,
            y sus labios entreabiertos publican que no ha podido finalizar su triste ruego:
            acá desfallece, y su último suspiro exhorta, y persuade a la ira, y al encono.
            Ya el guerrero abatido reanima sus fuerzas expirantes, clama por el socorro, y
            muere bajo los pies del mismo combatiente: ya el contrario sucumbe, pero la
            vergüenza de rendirse lo sostiene. La victoria indecisa se declara: el terror se
            apodera de los enemigos; el inglés desesperado huye, todo cede. Ilustre héroe,
            detened la venganza. La misma discordia se apiada y compadece: se horroriza
            al ver tanta mortandad, y tal destrozo. La humanidad se interesa, escuchadla
            benigno. No manchen sus lágrimas los laureles: no se interrumpan las aclama-
            ciones del triunfo, por los lúgubres cánticos de la desolación; calme el furor,
            y el invencible brazo ocúpese en empresa más noble y decorosa. El puerto de
            Roatan, en la costa de Honduras, envidia la libertad que logra Guantánamo:
            apresurad su alivio, y la reconquista del uno sea feliz vaticinio, que asegure la
            gloriosa restauración del otro.
                    [16] Así es. Todo se prepara con presteza; pero también con orden, y
            sin confusión. Tres mil hombres se aprontan; el acero homicida se previene:
            esos rayos inventados para la destrucción centellean. El soldado sólo se ocupa



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