Page 109 - Vida y Obra de José Baquijano y Carrillo - Vol-1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             Vida y obra de José Baquíjano y Carrillo
            la opresión es forjarse cadenas, provocando al daño con los mismos conatos
            de evitarlo. Recela que las demás potencias la depriman, y por sí se envile-
            ce, adoptando sin discernimiento los ajenos intereses, y las pasiones extrañas.
            Unid, pues, vuestro esfuerzo, rival imprudente. Si penetraras el corazón de
            Carlos, conocieras la violencia que sufre ordenando tu ruina: en él buscarás
            tu seguridad, no en la vana defensa que te ofrecen tus muros. El día fatal se
            acerca. Almeyda entre sus destrozos y cenizas conservará la costosa experien-
            cia, fabricará el triste monumento, que poniéndote a la vista tus desgracias, te
            instruya en adelante en el único medio de evitarlas. Ni el asilo de los terraple-
            nes, ni la abundancia de las municiones, ni la multitud de los que la guarnecen
            estorban ni retardan su caída y destrucción.
                    [18] El sitio se forma. V.E. hace ver que en las dulzuras de la paz no
            ha consumido el vigor de la guerra. El clarín da la señal del asalto: el solda-
            do, prodigando la vida, embiste y se arroja a la muralla; el fierro lo separa, lo
            aleja, y precipita; pero el brío, la intrepidez y esfuerzo repite las tentativas, y
            vuelve sin cesar a la ejecución de esos gloriosos empeños. En vano la ciencia
            militar apura sus industrias; en vano la muerte, atraída por el arte, se oculta
            en las obscuras cavernas de la tierra; el valor insulta a los peligros, y penetra
            en medio de los riesgos. El salitre se enciende entre el fuego, el relámpago, y
            estruendo: batallones enteros se destrozan, sepultan, y perecen. La brecha, el
            foso no ofrecen a la vista, sino un vasto sepulcro colmado de cadáveres. Tres
            veces el furor despechado acomete; tres veces los últimos alientos de la des-
            esperación obstinada resisten. ¿Mas, qué importa? A pesar del contraste V. E.
            triunfa: a pesar del deshonor de sobrevivir a la pérdida de mía plaza tan im-
            portante, la confianza abandona a los contrarios, el terror los reduce y sugeta,
            Almeyda, la soberbia Almeyda se rinde, y es forzada dentro de sus muros.
                    [19] País afligido, ¿dónde está ahora la protección, con que te alucina-
            ba la perfidia? Sostente en el débil brazo, en el apoyo frívolo que... Mas no: el
            insulto no acompañe a la desgracia. Tu conducta presente anuda mis labios,
            y ata mis expresiones. El Dios de los ejércitos, en los momentos de su enojo,
            permite esos yerros políticos que abaten a los reinos, y forman la eterna ca-
            dena de sus altos designios. Estos son los que convierten en lamentos nuestras
            aclamaciones. Los muertos se arman contra los vivos. Esos hombres despojados
            del aliento por nuestra victoriosa espada, vengan por si mismos su fatalidad;
            esos cuerpos desechos por la corrupción despiden exhalaciones mortíferas, que
            infectan la atmósfera. El aire se impregna de vapores homicidas; la tierra y el



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