Page 72 - Guerrillas y montoneras durante la Independencia - Vol-1
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Volumen 1
Prólogo a la segunda edición
pueblo de Reyes en setiembre de 1822, cuando incursionaron los montoneros
realistas de Tarma «con el designio de robar ganados y cuanto encontraban
como lo acostumbran», según oficiaba Isidoro del Villar. El mismo jefe gue-
rrillero informaría poco después que tales montoneros realistas se habían re-
plegado a marchas forzadas a Tarma, «cometiendo los mayores excesos, en los
pueblos de Ulucmayo, Acancocha y Yanac habiendo asolado a todos estos»,
al punto de matar de azotes a una mujer. Meses antes, en junio, Marcelino
Carreño había dado parte de que ante la aproximación de su guerrilla, fuerzas
realistas entre las que estaba la montonera tarmeña habían degollado y bota-
do en las márgenes del Mantaro más de mil cabezas de ganado lanar por no
haber podido conducirlas y que estaban quemados Pacha, Ucumarca, Saco y
La Oroya; calificaba a «los generales enemigos» de «saqueadores de templos
y ladrones de ganado». Un caso muy impactante es el del exesclavo Hilario
Pío, espía y mensajero patriota desde la llegada de San Martín, quien al ser
capturado por los realistas fue acuchillado, negado por su amo que dijo que
lo fusilaran y martirizado con una argolla en el cuello y con el cepo, hasta
que finalmente lo liberó la rendición del Callao por La Mar en setiembre de
1821. En diciembre del mismo año, Otero informaba de la incursión realista
en Cerro de Pasco, la que no respetó a los civiles no combatientes, al punto de
asesinar a mujeres y niños.
Pero al parecer el caso de mayor crueldad referido en la documenta-
ción aquí compilada se encuentra en la relación de servicios del cura Estanis-
lao Márquez, inclusa en el último volumen. Márquez evocó el «paso firme y
frente serena con que marchaban al patíbulo» los «ilustres americanos, que
sin vacilar en la de de su causa fueron compelidos a morir». Este presbítero
se hallaba prisionero de los realistas, quienes le encomendaron dar los auxi-
lios espirituales a los condenados, y quedó hondamente conmovido por sus
ejecuciones: «la fatal explosión de los cañones esparcía sus miembros, e im-
primía en mi pecho un mortal estallido; yo me advertía salpicado en sangre,
y a su virtud sin duda, reiteraba las protestas de seguir la causa de mi patria».
La mención a los miembros esparcidos y a la sangre que salpicaba al testigo
indica que efectivamente se trató de ejecuciones con piezas de artillería y que
no se refiere a los cañones de los fusiles.
En cuanto a los excesos de los guerrilleros patriotas, su frecuencia ex-
plica la admiración de Tadeo Téllez, jefe guerrillero de Yauyos, cuando en julio
de 1822, tras resaltar que los guerrilleros de Huantán eran bravos, patriotas y
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