Page 68 - Guerrillas y montoneras durante la Independencia - Vol-1
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Volumen 1
                                                                    Prólogo a la segunda edición
            mismo mes, desde Pachachaca, Quispe Ninavilca sugería a Ramón Herrera la
            incorporación de los emigrados (salidos de las zonas ocupadas por el realis-
            mo, se entiende) que había en Yauli, San Mateo y otros pueblos, «numerosos
            mozos fuertes y de expedición» y que además conocían bien las zonas donde
            se hallaban y aquellas por donde podían desplazarse los enemigos. En cambio,
            en junio de 1824 fue un oficial patriota emigrado de Lima, abandonada por
            los patriotas tras la pérdida del Callao, quien pidió por su cuenta colocación
            en las guerrillas. Otro documento del tomo sexto muestra que hasta noviem-
            bre de 1824, mes final de la segunda ocupación realista, las guerrillas patriotas
            continuaban recibiendo emigrados de la capital.
                    No obstante la amplitud de la deserción realista y la existencia de po-
            blación que emigraba para librarse de la ocupación realista, hubo a su vez
            numerosas muestras de adhesión al realismo. Así, se dio también el caso de
            emigrados que huían del control patriota para ir a las zonas bajo control re-
            alista: cuando la evacuación de Lima por Canterac en julio de 1823, salieron
            con él familias enteras, de modo que con hombres, mujeres y niños había una
            masa que unos documentos del quinto volumen cifran en más de tres mil per-
            sonas mientras otro documento del mismo la cifra en más de dos mil, quie-
            nes además llevaban cargamentos. También hubo guerrillas que cambiaron de
            bando. Cuando el uruguayo Navajas dio tal paso lo siguieron, según se decía
            en marzo de 1824, unos cuatrocientos hombres.
                    Pero, en lo concerniente al apoyo al realismo, aparece con más fre-
            cuencia en la documentación de estos volúmenes la existencia de guerrillas
            realistas. Los patriotas las denominaban «montoneras», a pesar de que con
            frecuencia usaban también este término para las propias guerrillas patriotas;
            además, los jefes de las guerrillas realistas eran llamados «caudillos» por los
            patriotas, mientras los realistas usaban el mismo término para referirse a los
            jefes guerrilleros patriotas. Las descalificaciones, por cierto, se prodigaron en
            paralelo con las operaciones militares: en setiembre de 1820 el alcalde de ori-
            ginarios de Huacho ofreció sus servicios como auxiliar, y los de toda su pa-
            rentela y amistades, a favor del realismo ni bien supo «que el suelo español de
            Pisco» estaba «profanado por unos bastardos execrables». Aquí se plantea otra
            interrogante ¿Cuán extendida fue la presencia de las guerrillas realistas? Si de
            las palabras se pasa a los hechos, se tiene que ya en diciembre de 1820 Marcelo
            Granados informaba de un encuentro entre los morochucos y Ricafort, donde
            los cangallinos habían tenido más de cincuenta hombres muertos además de



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