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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
Guerrillas y montoneras durante la Independencia
de Lara durante los 18 días que había estado estacionada en su jurisdicción el
año anterior, lo mismo que a otras divisiones que habían estado de paso, y lo
presentó como un sacrificio por la «causa tan esperada de nuestros predece-
sores»; sin embargo, con el tono rogativo típico de los memoriales virreinales,
pedía a Gamarra que exonerase a sus indios de tributo por haber quedado
arruinados, para lo cual apelaba al testimonio y ofrecimiento de Lara; reenvia-
do el pedido a Lara, lo avaló. También hubo, ciertamente, caciques realistas.
Al respecto, en el tercer volumen se halla un oficio de enero de 1823 en que el
jefe guerrillero José Gabino Vivas ordena prender y remitir al cacique Miguel
Dávila a fin de «quitar enemigos del medio».
Lúcidamente, Sucre distinguía entre los intermediarios y la masa: en
enero de 1825 expuso a Gamarra su indignación por no haber encontrado
aprovisionamientos en Sicuani, de lo que no culpaba a «los pueblos dispuestos
a darlo todo por la tropa sino a los que los mandan», por lo cual, en aras de
la conservación de su ejército, estaba dispuesto a excusar a algún comandante
que tratara «a palos» a tales «jefes indolentes». Por el contrario, en abril de
1823 «Crispen Rodregues» y Asencio Suárez, «de Jauxa sus alcaldes», escri-
bían al «Señor General y gubernador de la prubencia de Hurrochiri Don Ena-
cio Ninabilca» acerca de las tropas españolas presentes en el valle de Jauja y de
lo que indirectamente sabían de las operaciones en el Alto Perú. Este oficio,
incluido en el tomo cuarto, fue llevado por el exalcalde patriota Antonio Car-
guancho. La fuerte interferencia quechua que acusa su redacción refleja que se
trataba de alcaldes indios. De hecho, el dominio de este idioma por los agentes
locales era indispensable para las labores de difusión y propaganda, tal como
lo ha señalado Igue en su citada tesis, con respecto tanto a los patriotas como
a los realistas.
Asimismo, en ambos bandos se cometieron excesos. Cuán terrible ha-
brá sido el ya aludido asesinato de los heridos patriotas por los indios realistas
en la campaña de 1824, que hasta el conde de Clonard en la Historia orgánica
de las armas de infantería y caballería españolas, desde la creación del ejército
permanente hasta el día (tomo VII, 1855), no obstante constituir una versión
española, emitió el siguiente comentario: «Los vigorosos y ágiles indios de
Huanta, Huancavelica, Chincheros y Huando corrieron a las armas para hos-
tigar al ejército independiente, y en el primer ardor de su efervescencia come-
tieron con los enemigos enfermos, excesos que no bastarían a justificar ni aun
el sentimiento más noble». Habituales fueron hechos como el acaecido en el
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