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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             Guerrillas y montoneras durante la Independencia
            los realistas habían colocado «dobles espionajes» en su contra. El uso de este
            tipo de especial de espía está corroborado por el testimonio de Miguel Otero,
            quien recordó en una carta de 1870 publicada en la Revista de Buenos Aires
            que su primo Francisco de Paula Otero había utilizado los servicios de los
            «indios naturales patriotas» como espías dobles para engañar a los realistas
            durante una atrevida operación nocturna en la que, tras atravesar por entre
            fuerzas enemigas, hizo pasar por una oroya a desertores realistas que se ha-
            bían refugiado en la zona de Comas.
                    Refiere también Miguel Otero que el jefe que mandó la división que
            quedó a retaguardia de la de Arenales a fines de 1820 fue el comandante Fran-
            cisco Bermúdez, español de Galicia, junto al cual se hallaba José Félix Aldao.
            Un documento de diciembre de 1820 de la presente recopilación muestra que
            tal división se denominaba «División Patriótica de Libertos de Ica». Aquí cabe
            plantear una nueva pregunta: ¿De dónde provenían los jefes y las tropas de
            las guerrillas? En cuanto a los primeros, sus nacionalidades fueron diversas.
            Aparte de jefes peruanos como Vidal, Quispe Ninavilca, Huavique, Quiroz,
            Carreño o Guzmán, los había de otros países americanos, unos anglosajones
            e incluso algunos españoles patriotas. La presencia argentina fue notable, no
            solamente por Francisco de Paula Otero, excepcional organizador y logístico,
            sino también por otros como Aldao, Isidoro Villar, José María Fresco, Ra-
            món Estomba y Román Antonio Desa. También hubo un venezolano, Joaquín
            Febres Cordero, que en marzo de 1821 asumió en Jauja el mando de la par-
            tida que mandaba Pablo Jeremías, la que hacia febrero contaba con sesenta
            hombres montados. Se trataba del estadounidense que anteriormente había
            actuado como propagandista y que finalmente sería ejecutado, a juicio de Paz
            Soldán merecidamente por ser «un aventurero de mala ley que intrigaba por
            encender la guerra civil en el Perú y con Colombia». Fuera del célebre Miller,
            aparece el curioso caso del teniente inglés Pedro Alejandro Robinson, quien
            en mayo de 1822 se pasó del bando realista al patriota. Comandó una pequeña
            partida que defendía los pueblos de Andamarca, Acobamba, Pariahuanca y
            Comas, cuyo alcalde lo consideró «sujeto de toda confianza por su pericia y
            valor militar». No obstante, hacia agosto de 1823 el gobernador de Cerro de
            Pasco reportaba su probable vuelta a las filas realistas.
                    Sin embargo, no se compara con Casto José Navajas –uruguayo, según
            informa Leguía y Martínez–, quien ejemplifica hasta qué punto fueron críticas
            las circunstancias de inicios de 1824. En un contexto en que la balanza parecía



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