Page 64 - Guerrillas y montoneras durante la Independencia - Vol-1
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Volumen 1
Prólogo a la segunda edición
realistas en Torata y Moquegua. Al año siguiente, durante la preparación de la
ofensiva final patriota, se intentaba compensar la terrible noticia de la defec-
ción de los castillos del Callao con las noticias de la rendición de Puerto Cabe-
llo en Venezuela, el reconocimiento de la Independencia por la Gran Bretaña
y la llegada de refuerzos de Panamá y Guayaquil. Al respecto, en marzo de
1824 Otero ordenó a José María Fresco y a Francisco de Vidal que animaran
a sus partidas con las noticias de la pronta llegada de la división de Panamá y
de refuerzos de Chile, que les explicaran que los realistas fingían su conducta
para atraer y que les hablasen de la ejecución de Riego y de la prisión de cua-
renta y cinco mil liberales, en el sentido de que si tal hacía Fernando VII con
españoles qué no harían al final los realistas en el Perú; al mes siguiente, Otero
determinó transmitir a los comandantes de guerrillas y a los pueblos que Gran
Bretaña estaría dispuesta a defender la independencia de América ante Espa-
ña y Francia. A veces se procuraba la desinformación, como cuando en mayo
de 1824 Sucre ordenó a Vidal difundir un supuesto ataque de Bolívar a Lima.
Al estar de avanzada, las guerrillas interceptaban comunicaciones,
como ocurrió con las referidas a la negociación entre Riva Agüero y los realis-
tas, o se comisionaba a algunos de sus integrantes para introducir propaganda
o correspondencia en las zonas bajo control enemigo. La documentación aquí
recopilada incluye por cierto numerosas alusiones a espías y a bomberos (en
la acepción de «explorador del campo enemigo»). También en ocasiones se
habla de los chasquis o chasqueros, y de la existencia de postas militares.
En ocasiones los espías lograban transmitir con éxito valiosa infor-
mación. Así, en diciembre de 1823 el presbítero Pedro José Bernuy envió des-
de Locllapampa un pormenorizado reporte sobre la fuerza de 4,435 realistas
distribuida de Tarma a Huancayo. Por cierto que el espionaje realista hacía lo
propio, ante lo cual en mayo de 1822 el guerrillero patriota Juan Evangelista
Vivas anunciaba que había capturado cuatro espías y los remitía para el servi-
cio del Ejército o la Marina. Existían además infiltrados, como lo reflejan los
esfuerzos de Quispe Ninavilca en marzo de 1823 para «poder tener relación
con algún patriota que exista en las filas enemigas para saber con certidumbre
todas sus operaciones y comunicarlas».
Excepcionalmente, en un oficio a Tomás Guido de agosto de 1822,
Marcelino Carreño, situado en San Mateo, informó tener «espías dobles» so-
bre el enemigo; a su turno, José Fernández Prada daba parte desde Pariahuan-
ca, en noviembre de 1822, de su imposibilidad de atacar Pampas puesto que
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