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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             Guerrillas y montoneras durante la Independencia
            de Carabaya, Lampa y Chucuito y el alcalde de Juli al intendente de Puno
            de octubre de 1820 dan cuenta de la rapidez con que la noticia de tal acon-
            tecimiento se había difundido, a través de conversaciones en ferias o de pas-
            quines en las plazas, por ejemplo, y gracias a trajinantes, arrieros o a agentes
            tales como «un hombre bien armado y disfrazado» que se había presentado en
            Moquegua. Se refiere que las proclamas de San Martín llegaban en dobleces
            de piezas de paño. Naturalmente, lo cierto llegaba mezclado con lo falso; por
            ejemplo, que Cochrane se hallaba frente al Callao con treinta mil hombres de
            desembarco y que otra fuerza había tomado tierra en Chorrillos y Magdalena.
            Muy ilustrativo resulta también que el indio Casimiro Guarachy aludiera en
            Zepita a la muerte del «Rey Inca hacían 300 años» y asegurase que todos esta-
            rían «vestidos de oro y plata» si no lo hubieran matado, a la vez que instaba a
            un alzamiento e infundía la esperanza en un próximo triunfo de la patria. Este
            indio venía de Larecaja, por donde operaban los emisarios de Güemes. En
            cambio los emisarios de San Martín operaban desde la Costa. La población de
            la provincia de Puno, a decir del subdelegado de Carabaya, estaba «seducida y
            decidida con desorden» en una proporción de nueve de cada diez. La rapidez
            de la difusión se explica por la existencia previa de redes. En la tesis Revueltas
            indígenas en el Perú tardocolonial de Nuria Sala i Vila (1989) y en la obra ya
            referida de Charles Walker hay evidencia de que ya se difundía propaganda
            patriótica en los pueblos del Cuzco y de Puno en 1819.
                    Otro medio importante de difusión de propaganda fue la prédica de
            los curas. Además del conocido caso de Bruno Terreros, de quien hay docu-
            mentación en este tomo, es muy destacable la proclama del cura de Ambar,
            Manuel Mariano Zavala, reproducida en el segundo volumen. Fechada en
            abril de 1822, se dirige en ella a sus feligreses indios, les recuerda la rectitud
            y moralidad de los incas y desmonta los argumentos usualmente esgrimidos
            para justificar la dominación española: la evangelización, por darla a costa de
            la libertad y la fortuna; la conquista, por ser agresión injusta.
                    Conforme advierte en su prólogo la doctora Temple, casi todos los
            eventos importantes (para 1820-1824) han dejado rastro en la documentación
            de las guerrillas. Tales noticias podían avivar el entusiasmo, como ocurrió en
            Comas, al este de Jauja, cuando en julio de 1822 se supo de la victoria de Pi-
            chincha y se celebró una misa de gracias. No ocurriría lo mismo, sin duda,
            cuando llegó a la misma zona una gaceta realista dirigida al gobernador polí-
            tico y militar de las montañas en febrero de 1823 con la noticia de los triunfos



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