Page 54 - Guerrillas y montoneras durante la Independencia - Vol-1
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Volumen 1
                                                                    Prólogo a la segunda edición
            de Otuzco, Cajabamba y la mayoría de pueblos rurales de Huamachuco; los
            ataques a la propiedad por parte de los lambayecanos en armas.
                    De modo semejante a Francisco Javier Mariátegui, Rebaza brinda de-
            talles sobre la participación de personajes populares tales como un anónimo
            patriota chachapoyano que tomó una pieza de artillería realista en el combate
            de Higos Urco y la llevó en hombros o el «respetable indígena de Huamachu-
            co, de apellido Vargas», que capturó a un emisario realista con importantes
            comunicaciones. Cabe agregar que, aunque contrastó el incaísmo y caciquis-
            mo del sur (que advertía en los movimientos de Túpac Amaru, Felipe Velasco,
            Aguilar y Ubalde, y Pumacahua) con el republicanismo del norte, no omitió
            el episodio del cacique Astopilco en Cajamarca, quien al enterarse de la Inde-
            pendencia quiso reclamar el trono de su ancestro Atahualpa con apoyo de los
            indígenas de la zona.
                    Finalmente, entre sus artículos de divulgación en El Comercio, José
            Agustín de la Puente Cortés dedicó uno a «Fray Bruno Terreros» (1899) y
            otro a los «Montoneros» (1900), basado casi totalmente en Paz Soldán. Con-
            servador, cerraba el siglo con esta conclusión: «Este ha sido el origen de los
            montoneros en el Perú, y cuya relajada existencia, con todo su cortejo de bie-
            nes y males, durará hasta que, convertidos entre nosotros el rifle y el rejón en
            barretas y lampas, se destierre completamente, del país esta funesta herencia
            que, fatalmente, nos legó la magna guerra de nuestra emancipación política».
                    No es preciso seguir con el examen historiográfico para el siglo XX ni
            para lo que va del XXI. La revisión de la doctora Temple en el prólogo original
            del presente tomo y dos recientes estados de la cuestión (Fonseca 2010;  Agui-
            rre y Morán 2013) nos eximen de ello. Es pertinente, sí, agregar algunas obras
            no analizadas por estos autores.
                    En La multitud, la ciudad y el campo en la historia del Perú (1929),
            Jorge Basadre asignó una función menor a la movilización campesina durante
            la Independencia: «La actividad bélica netamente campesina no tiene sino
            un valor concomitante, auxiliar o secundario; puede decirse que halla su ex-
            presión máxima en las montoneras. Hay cierto alejamiento del campo, que
            se acentúa por la condición y sicología del indio». Explicó así el realismo de
            Huanta y recordó que aunque las montoneras costeñas tuvieron en la Repúbli-
            ca un «significado bandoleril», ocasionalmente se unían a los bandos políticos
            y recobraban «el significado insurgente que tuvieron en la Emancipación las
            cabalgatas épicas de Ninavilca y de Vidal, sirviendo para hostilizar al enemigo,



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