Page 39 - Guerrillas y montoneras durante la Independencia - Vol-1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             Guerrillas y montoneras durante la Independencia
                    Por otra parte esos mismos pueblos fueron víctimas de todos los exce-
            sos y expoliaciones por los ejércitos realistas. Al lado de esa entrega patriótica
            de todos los tipos y niveles, fluyen de los documentos los detallados relatos
            de cruentas escenas de saqueos, incendios, sangre y desolación. Las entradas
            y salidas de las tropas enemigas en esos pueblos, ya tan acuitados, están ja-
            lonadas de inútiles crueldades y todo señalamiento comportaría inevitables
            omisiones. Salen a luz en los testimonios, infinidad de anónimos patriotas y
            héroes, como en un parte de Antonio Aliaga, el relato del fusilamiento del Lic.
            Lorenzo Sánchez por repartir proclamas, a pesar de que el pueblo llegó a ofre-
            cer rescate a Loriga; ó en una comunicación de Rafael Gavino Vivas, que des-
            cribe a los prisioneros patriotas ensartados del cuello con dogales de fierro; los
            deguellos, ejecuciones masivas, incluyendo mujeres y niños; y las sacrílegas
            escenas en las iglesias. Gráficamente sintetiza Santa Cruz todos estos hechos,
            por lo demás de similares caracteres a los ocurridos en todas las luchas bélicas,
            cuando expresa que los pueblos del Perú han sufrido daños «que no los sufrirá
            tal vez ningún pueblo en el Globo». Las listas de los pueblos destruídos y las
            patrióticas denominaciones que merecieron por su bizarro comportamiento,
            se pueden recopilar tanto en estos documentos, como en la «Gaceta del Go-
            bierno de Lima Independiente» que figura en los «Anexos» de la Colección.
                    En esa larga odisea de las poblaciones patriotas, fueron los guerrilleros
            y montoneros sus defensores naturales. Cada uno de esos jefes planea, dentro
            de su centro de atracción, su propia estrategia defensiva, animando a los ha-
            bitantes, exaltando su espíritu de libertad y alentándolos a reunir sus fuerzas.
            Los campesinos y los hombres de las ciudades los llaman a su defensa, arman
            a las veces sus propias montoneras y aclaman a sus caudillos; ayudándolos con
            abastecimientos y ropa, hasta en las minúsculas aldeas donde no quedaban
            sino trozos de jerga. La necesidad de amparar a esos pueblos obligó a autorizar
            la creación de Partidas del país, y los pobladores de todas las clases y castas
            de los pueblos asolados marchaban detrás de esas fuerzas improvisadas. Con
            toda justedad, los jefes patriotas reconocen que los pueblos del Perú no eran
            «patriotas de mera especulación», y que sólo aguardaban el momento de en-
            trar en la lucha. Esos habitantes de los pueblos se unen, se arman con hondas,
            galgas y palos y liquidan a sus enemigos en los desfiladeros. Los indios de co-
            munidades levantan sus «Compañías de naturales», reunen leña y la esconden
            en los breñales; y abandonan sus aldeas para esperar a los contrarios y acome-
            terlos en los pasos estratégicos.



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