Page 42 - Guerrillas y montoneras durante la Independencia - Vol-1
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Volumen 1
Prólogo a la primera edición
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Como resultado inevitable del momento bélico y de la necesidad de
acudir a todos los recursos del país, la cconomia estatal y la privada estaban
prácticamente paralizadas. La falta de numerario era angustiosa y las entradas
de aduanas, renta de alcabala, bulas y cajas de comunidades, eran sumamente
exiguas. Hubo, inclusive que suprimir determinadas fuentes de ingreso cuyos
gastos de sostenimiento superaban a lo que rentaban. Asoladas y secuestradas
la gran mayoría de las haciendas y estancias, las del ramo de Temporalidades
no podían cumplir con los censos que adeudaban.
Sin entrar en pormenores y ciñéndonos únicamente a los documentos
que integran esta Colección, se comprueba el total desequilibrio económico
que afectaba a todas las actividades agrarias, ganaderas, industriales y comer-
ciales. Por otro lado, los pueblos de las Provincias, como ya hemos expuesto,
eran meros centro de abastecimientos y las continuas levas los dejaba privados
de brazos para las labores agrícolas. La producción había decrecido considera-
blemente y el problema de las subsistencias y los suministros al ejército se agu-
dizaba. Por lo que tocaba a la ganadería, a las causas enunciadas, se agregaba
la pérdida del ganado, diezmado y abandonado por las propias tropas, como
ocurrió en las Pampas de Bombón y en la fuga del enemigo a la Oroya, donde
dejaron degolladas, a las márgenes del río, más de 1000 cabezas de ganado
lanar.
La crisis de las industrias extractivas, entre ellas la sal y el azogue, era
similar; y la de tejidos había detenido su producción, no existiendo en el Ce-
rro ni jerga ni pañetes. La paralización minera había contribuido a la caren-
cia de fondos para pagar al ejército. En las comunicaciones de Paula Otero,
gran conocedor de la materia, se verifica que no se sellaba ni un peso desde
que entró el Ejército Libertador; se había suspendido las labores de las minas
de Pasco, «no se podía expender los marcos y nadie compraba las piñas». El
mismo Paula Otero inició la fábrica de la callana, reducida a lo más preciso y
con las pocas habitaciones de la fundición destruídas. Como los mineros no
invertían, resolvió trasladarla de acuerdo con el gremio.
Frente a esa situación, las autoridades estatales y los propios jefes pa-
triotas, incluyendo a los guerrilleros, cada uno en su radio de acción, se esfor-
zaron por restaurar las bases económicas del país, en especial la agricultura
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