Page 34 - Guerrillas y montoneras durante la Independencia - Vol-1
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Volumen 1
                                                                    Prólogo a la primera edición
            unificadas, revistas de comisario, guerrillas de caballería y se adoptó el «orden
            desplegado en guerrillas». Se ejemplariza este tipo de planificación bélica en
            un oficio de Isidoro Villar a Tomás Guido, en el cual le comunica que tenía 97
            hombres de a caballo, en estado igual que los del ejército, 100 o más infantes
            y 50 cívicos, y que formaría compañías en las quebradas, nombrando oficiales
            a los de mayor preparación, agregando que con 500 individuos de tropa y
            1,000 fusiles «daría gloria a la Patria». Marcelino Carreño, en octubre de 1822,
            distribuyó a sus Comandantes en gran formación para juntarlos en las inme-
            diaciones de Yauli y ordenó que todos los paisanos se colocasen «en las partes
            más estrechas para galgear».
                    El valor y la ayuda de esas fuerzas auxiliares se reconoció no sólo por
            San Martín. Sucre les concedió igual importancia, y menciona que en 1820 y
            1821 hicieron «grandes males» a los ejércitos realistas. A la noticia del avance
            de un fuerte contingente de tropas enemigas, le dice a Paula Otero que no
            considera necesario remitirle refuerzos, porque con su Batallón, el Escuadrón
            de Carreño y las Partidas de Ninavilca sería suficiente para contenerlos. En
            instrucciones al mismo Paula Otero, del año 1823, se le indica que no com-
            prometa en acciones parciales a las fuerzas veteranas del ejército y que se sir-
            va del apoyo de las guerrillas; y le recomiendan convertir a las guerrillas de
            Chuquiguaranga en cuerpos de línea con el nombre de «Lanceros montados».
            Sucesivas órdenes a Villar y a Aldao, reiteran la urgencia de mantener gue-
            rrillas en los flancos y al frente del enemigo; y la consideración que merecían
            estas partidas, se puede valorizar en comunicaciones, como la de Rudecindo
            Alvarado en que se dispone batir al enemigo con todas las guerrillas.
                    Bolívar, al margen de aspectos partidarios, se preocupó en alto grado
            de mejorar el estado de estos cuerpos y prepararlos para las campañas defini-
            tivas. Las órdenes del Libertador, trasmitidas por Sucre a Paula Otero, entre
            otras las del 13, 17, 20 y 23 de Febrero de 1821, son perentorias al respecto. Se
            le encarga regularizarlos con oficiales de línea, cuidar que no les falte elemen-
            tos militares, organizar partidas de observación, colocar «a espaldas y frente»
            del enemigo las mejores montoneras y levantar el mayor número para que
            hostilicen al ejército realista en todas direcciones.
                    Los propios jefes realistas previenen el peligro que representaban esas
            guerrillas patriotas, adiestrando a las suyas, evidentemente en inferiores con-
            diciones. Carratalá califica a Quiroz de valiente y gran conductor de sus par-
            tidas, reconoce que sus propios guerrilleros podían dispersarse por las varias



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