Page 33 - Guerrillas y montoneras durante la Independencia - Vol-1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
Guerrillas y montoneras durante la Independencia
ejércitos y el control de los mandos, sólo podían actuar con ventaja los sol-
dados de la tierra, avezados y muy entrenados; y que no tenían, además, el
problema de la impedimenta. Las penurias sufridas y la máxima eficacia de
esos cuerpos de partidas, se relatan en estos mismos documentos. En el curso
de sus marchas, abrumados por el clima, acampaban al raso, se sostenían con
alimentos mínimos, casi «sin pan para el camino». Esa escasez prácticamente
total, se salvaba por su gran frugalidad. Sus jefes, como Isidoro Villar, recla-
man para ellos coca, sin la cual «no pueden subsistir», porque los ayudaba
como el chimu a los llaneros granadinos; y tabaco y jabón para las guerrillas
de las cabezas de cordillera. No menos aguda era su carencia de vestimenta y
de arma. Miller y otros memorialistas, nos han dejado el retrato subyugante
de esos paladines de abigarrada indumentaria; y los testimonios que emanan
de esta Colección los describen, casi sin abrigo que los favoreciera en las duras
heladas de las serranías. La correspondencia de sus jefes contiene sus ince-
santes reclamos de ponchos o pantalones de cordellate o jerga, acudiendo a
la ayuda de los pueblos; y no menos continuos son sus pedidos de armas y
municiones, tan escasas como los bastimentos y que acopiaban como mejor
podían.
Sus mejores bases de operaciones eran siempre los puntos más in-
vulnerables del territorio, que les permitía paliar su inferioridad numérica y
falta de armamento. El poderío de los ejércitos enemigos se quebraba frente
a esas fuerzas sin formación de línea, que los hostilizaba, cercaba y atacaba
de frente, o a mansalva, en imprevistos y casi eléctricos avances. Un ejemplo
característico, entre los muchos que figuran en la Colección, es el encuentro
en la Cuesta del Viento, a unas «10 leguas de Caravelí», en el cual 20 hombres
evitaron el paso de casi un millar de soldados realistas. En las jornadas por la
costa, a veces de dos días y medio a caballo, se avizora, en cambio, la fatiga de
sus desplazamientos, agobiados por el calor, la escasez de alimentos y de agua.
Tal ocurrió en una de las marchas de Marcelino Carreño, en la cual el Alcalde
de Paracas llevó vasijas de agua a los guerrilleros desfallecidos en el arenal.
Cuidaban sólo evitar los llanos para no sufrir descalabros, como acaeció en
las montañas de Rancas, cuando el mayordomo de una hacienda condujo al
enemigo por partes llanas «donde no podían operar las galgas».
La eficacia de las guerrillas se incrementó al organizarse con subordi-
nación a los comandos regulares que encauzaron su acción dentro del conjun-
to operacional del ejército patriota. Existían ya planes definidos de campañas
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