Page 683 - La Rebelión de Túpac Amaru II - Vol-6
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            coyuntura para venir; y lo mismo sucedió con los demás, pero Molina estuvo
            en el medio de ellos, sin hallar lugar por donde huir, ¿qué haría pues el mise-
            rable constituido en tan infeliz estado?
                    Satisfechos los cargos, que se hacen a Molina, en la acusación y en la
            confesión, paso a demostrar la fidelidad con que procedió en todo e1 tiempo
            que fue prisionero del rebelde. Es público y notorio y consta por las certi-
            ficaciones del Doctor Don Manuel de Boza, Cura propio de la Doctrina de
            Santo Tomás, del Doctor Don Francisco Pérez Oblitas, Cura Coadjutor de la
            Doctrina de Marcapata y de Don Pedro Landa y Rensa, Presbítero, que Mo-
            lina estuvo siempre coacto y forzado por el rebelde en su compañía. Que a
            los expresados sacerdotes les insinuó repetidas veces, el dolor y congoja con
            que se hallaba, por no poderse libertar de este tirano, que les rogó encareci-
            damente que en asomándose nuestra tropa a aquellos pueblos, se sirviesen
            de proporcionarle los medios de unirse a nuestras banderas. Que el rebelde
            le trataba con aspereza y a cada paso le amenazaba con la muerte, porque
            le reconocía tibio y remiso en la ejecución de sus órdenes. Que de vuelta de
            Piccho resolvió el tirano dejarlo en Tungasuca preso, con un par de grillos,
            porque decía, que le era traidor y adverso y a ruegos /.28 de su mujer dejó de
            ejecutar su intento, pero siempre lo traía a su lado, sin permitir se separase un
            rato de él. Que el perverso Diego Tupa Amaro, viendo que Molina no salió un
            día al ensaye de las armas, lo trató con vituperios y lo amenazó con la muerte.
            Que retirado Molina al pueblo de Sicuani, pretextando motivos al tercero día
            le mandó traer el rebelde con pena de muerte. Que habló con los expresados
            Presbíteros, sobre la determinación que él, Cisneros, Zamalloa, Yuber y otros
            españoles, tenían de prehender o matar al rebelde, lo que no se pudo verificar,
            porque siempre estaba escoltado y guardado de sus indios. Y que finalmente
            nunca cargó armas, sino unas pistolas de su uso y que lejos de auxiliar al rebel-
            de prevenía a los indios y españoles, no fuesen a sus llamamientos, antes bien,
            se rebelasen contra él.
                    Es público y notorio, que Molina, Cisneros y Zamalloa, indujeron y
            esforzaron a Genuario Castro, en el lugar de Pucacasa, para que desertase del
            campo del enemigo, pasase al nuestro a todo riesgo y avisase al Señor Inspec-
            tor y a nuestro ejército, como aquella noche intentaba el indio rebelde darle un
            terrible asalto y que a este oportuno aviso se debió su salvamento.
                    No menos es evidente y consta de la carta de fojas l, del Señor Ins-
            pector, que Molina se pasó voluntariamente a nuestras banderas en Tinta, se



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