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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
decreto conciliar es la que tanto inculca la santidad de Ynnocencio trece en su
celebre constitucion que comienza, Apostolici ministerii la que se expedio
para restaurar en los reynos de España la eclesiastica disciplina y que confir-
mó su subcesor Benedicto trece por su constitucion in supremo queriendo
que todos los obispos del Orbe la tuvieran por norma de su govierno. Por ella
se ordena conforme al de Trento que el que se ordenarse de menores o mayo-
res ordenes sea precisamente mancipado y adscripto al servicio de la Yglesia y
en la que exerza no de ceremonia sino realmente y con efecto las funciones
sagradas correspondientes a su oficio y añade: Pero si al presente se hallaren
algunos clerigos tonsurados o promovidos a mayores ordenes que a ninguna
yglesia determinada o lugar piadoso esten asignados o deputados luego al
punto suplan los obispos esta asignacion que ellos o sus antecesores omitieron
practicandola no solo con los subdiaconos, diaconos y presviteros, sino tam-
bien con los tonsurados u ordenados de menores; y contrayendose aun mas el
caso en que estamos el señor Benedicto catorce en su Bula Et si minime se
hace cargo que si los curas a mas cumpliesen con caritativa y cristiana solici-
tud los dos encargos que les hizo el Santo Concilio de Trento es a saver predi-
car la Doctrina Cristiana a los fieles y enseñar a los niños e ignorantes los ru-
dimentos de nuestra santa fé es de creer que a sus deseos correspondiera el
fruto, y que lograran con facilidad tener un pueblo aceptable y seguidor de las
buenas obras, pero sobradamente notorio es por la experiencia, dice este Pon-
tifice sabio que el trabajo de un solo parroco es insuficiente no pudiendo uno
solo instruir a todos, donde el numero de los que han de ser instruidos es su-
perior a la diligencia del maestro, y entonces qué remedio para ocurrir a los
males que de aquí se siguen? Distribuida el Obispo dice los clerigos en todas y
en cada una de sus parroquias así de la capital como de la diocesi y destine a
algunos de estos a determinada yglesia, y de este modo mostrará la experien-
cia que no solo el Cura es el que enseña la Doctrina sino que son muchos los
que le ayudan con los que puede llenar toda la medida de su empleo. Y qué
mas digera este eroyco vicario de Jesucristo si huviese llegado a entender que
en nuestro obispado del Cuzco habia curatos de mas de treinta leguas de lon-
gitud y mas de veinte y quatro de latitud como el que estamos visitando de
Cavanilla sin otro socorro espiritual que el que puede ministrar (si acaso es
posible) un solo sacerdote que hemos hallado, y ese mal expedito donde todos
viven sin doctrina y mui raro es el que muere con sacramentos. Y consideran-
do nuestro catolico reynante monarca (que Dios guarde) estos incombenientes,
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