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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
             con sus respectivos oficiales, armas y municiones que costeé, comenzaron el
             tiroteo militar, sugetándose al egercicio de las evoluciones, á la voz de un oficial
             secular, que se encargó de su instruccion. Ya tiene V.S.I. al clero del Cuzco con
             espada ceñida y fusil al hombro, esperando por instantes las agonias de la patria,
             de la religion y la corona, para defenderla del insurgente Tupac-Amaro: ya sale
             en pública plaza con la bandera que seguia, bajo los geroglíficos del Cristo de
             Temblores, imagen del Rosario, retrato del Rey y sus armas, á auxiliar el cuartel
             general, en el sobresalto que tuvo con el suceso de la Pampa de Chita, una legua
             distante de la ciudad, en que se vieron los primeros ensayos de los indios, como
             si fuesen los mas aguerridos militares, y con este egemplo alentada la plebe, con
             otros espíritus los nobles, y mas animadas nuestras pocas tropas.
                    Al mismo tiempo que se estableció este auxilio, velaban los clérigos de
             centinelas en las torres, rondaban las calles, guardaban los puestos mas arries-
             gados, sin omitir la mas ridícula ocupacion del soldado, cuando los cuerpos
             religiosos se encargaban de la custodia en sus templos, y de los monasterios de
             religiosas, en cuyos atrios permanecian en continuas vigilias con las armas en
             las manos. A todos estos actos se encaminaba mi solicitud, sin perdonar fatiga
             por ser este mi reposo.
                    No han faltado críticos que hayan reprobado esta oportuna resolucion,
             y á nombre de V. S. I., por autorizar la maledicencia, botaron al público cierta
             carta, en que querian persuadir, que aun en el caso de rebelion, no podian los
             eclesiásticos tomar armas. Dí al desprecio esta impostura, que tambien dió mé-
             rito á que en la Universidad de Lima se defendiese como sistema seguro, que en
             semejantes circunstancias podian y debian armarse los eclesiásticos: supongo
             que seria con las doctrinas que generalmente se ven en canonistas del mayor
             caracter, pero parece que el impostor careceria de estas luces, y aun de la que
             ministra la historia. Son muchos los Pontífices, que desde San Gregorio II han
             levantado armas, no por defensa de la Fé, si no por motivos puramente tempo-
             rales, aun contra católicos. Vemos á Julio II á la frente de un ejército nó por la
             causa de religion, si no por defender sus estados; al Cardenal Ximenez de Cisne-
             ros salir á campaña á la conquista de Oran: á Juan Caramuel, Obispo sufraganeo
             de Praga, defendiendo esta plaza de los Suecos el año de 1648, y tiempo antes
             contra holandeses y franceses, y si queremos subir mas arriba, se nos presenta el
             Infante D. Fr. Sancho de Aragon, hijo del Rey D. Jayme, religioso mercedario, y
             despues Arzobispo de Toledo, quien juntó ejército, y salió á pelear en la Anda-
             lucía contra Moros: y habiendo muerto en la batalla, lo caracteriza el cronista de



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